Gonzalo Gayo (España)

Sobre el autor
Gonzalo Gayo es periodista y docente. Premio a ”La trayectoria periodística” por su dedicación a la información agrícola, entregada por los agricultores valencianos a través de su fundación Fuvama en 2023. En 2002 recibió la distinción de “Vaqueiro de Honor” en Aristébano, Asturias, por su contribución a recuperar las tradiciones de los vaqueiros de alzada. Fue presidente de Tarbut Sefarad Valencia hasta 2023. En la actualidad es miembro de la Asociación Antisemitismo en Valencia y Asturias, así como la Asociación Amistad Valencia Israel, entre otras, tratando de aprender a aprender la vida judia en Sefarad.
Nadie pidió perdón, ni se hizo justicia para poner fin al dolor del olvido hasta nuestros días. Ni la iglesia católica, que enalteció con sus sermones y prendió la masacre sangrienta, ni las autoridades locales, que lavaron sus manos sin hacer justicia a quienes les arrebataron la vida en su tierra amada. Ni una placa, ni un relato en los libros de texto docentes, ni un recuerdo en museos de las vidas arrebatadas por el odio y la sin razón.
La expulsión decretada por los Reyes Católicos en 1492 llegó un siglo después de la masacre, sobre las ruinas del barrio judío en Valencia. Las conversiones forzadas de más de 6.000 judíos de Valencia y de otras poblaciones queda en el testimonio de los apellidos de judíos conversos que conservamos atrapados en un tiempo que dura siglos, sin un reconocimiento ni apoyo que nos permita recuperar nuestros orígenes ante tanto silencio e indiferencia.
Los judíos llegaron a Valencia desde Israel mucho antes que cristianos, musulmanes o romanos. Eran mercaderes que junto a fenicios que comerciaban aceite, sardinas saladas, vino, sedas, artesanías y una extensa relación de productos que tejieron una gran amistad. Unas relaciones comerciales que asentarían con la llegada de las diásporas, tras la destrucción del primero y segundo templo de Jerusalem.
Valencia comparte con Israel un “mar grande, un mar nuestro” que durante siglos forjó una historia, cultura y vida compartida, hoy silenciada. El puerto de Sagunto, Gandia y Valencia fueron testigos de los primeros mercaderes judíos llegados a esta tierra en tiempos del Rey Salomón y contribuyeron a financiar el primer templo con la recaudación de impuestos. Tras la destrucción del primer templo, relata las memorias de Rambam cómo el rey Aspian, aliado de Nabucodonosor, “recibió en el reparto el barrio de Jerusalem en el cual vivía la nobleza judía y descendientes del rey David trayéndoles como cautivos a Sefarad” (Even Hen, Yacob)1 para asentar los pilares de Córdoba, Lucena, Sagunto, Sevilla o Valencia, entre otras juderías. Con la destrucción del segundo Templo el profeta Abdías2 dejó escrito en el Tanaj cómo “los cautivos de hijos de Jerusalem están en Sefarad”.
Aquella semilla hoy permanece en generaciones de judíos conversos que ven despertar su amor a unas raíces e historia aunque pocos entienden o tratan de escuchar. Aquel 9 de julio de 1391 Valencia sufrió el asalto y masacre a la judería poniendo fin a una historia milenaria de vida judía en paz y libertad. Aquel fatídico día, mercaderes y viajeros llegados a Valencia daban cuenta de las noticias del asalto que había tenido lugar en la judería de Sevilla auspiciados por el fanatismo del arcediano cristiano de Écija, provisor y administrador del Arzobispado de Sevilla, Ferran Martínez3.
Los judíos en Valencia vivían una época de esplendor en el comercio, cultura, sastrería, agricultura y artesanía. Un mes antes del asalto los sastres cristianos habían pedido al Consell de Valencia amparo frente a la pujanza de los sastres judíos, siendo sus reivindicaciones atendidas. Otro de los contenciosos lo planteaban la ampliación de la próspera judería a la que se oponían vecinos cristianos, así como desde el Hospital de San Juan que alegaban no querer atravesar la judería para ir al centro de la ciudad o al Puerto de Valencia. Las obras de ampliación habían comenzado apenas unos meses antes del asalto.
Mientras las familias judías celebraban Shabat, aquel 9 de julio, la plaza del Mercado estaba a rebosar, casi desbordada de gente llegados de todos los lugares. Unos para abastecerse, otros para alistarse en la campaña militar de Sicilia o asistir a las incendiarias homilías en medio de la decadencia de una sociedad cristiana empobrecida frente a la pujanza y expansión que la judería valenciana experimentaba, inmersa en su ampliación y relevancia adquirida en oficios y servicios en la administración de la Corona4.
El reclutamiento era una salida temporal para vagabundos y maleantes, pero también la ocasión para alcanzar los favores y gloria de manos de la realeza. Una de las mesas de alistamiento fue colocada junto al muro de la judería, en la confluencia de la actual calle Mar con la Plaza de la Reina. Las autoridades de la ciudad estaban sobre aviso de posibles disturbios dada la gravedad de la masacre sufrida en Sevilla y en otras tierras castellanas, exigiendo a los responsables de la ciudad que se respetara a los judíos porque “eran arcas y tesoros nuestros”.
El Consell de la ciudad se había reunido con anterioridad al 9 de julio con los Adelantados (representantes) judíos para evitar un posible ultraje. Se adoptaron medidas preventivas como el levantamiento de horcas en las inmediaciones del recinto de la judería para intimidar a quien osara atentar contra los judíos, así como vigilancia nocturna y el derribo de dos casas colindantes de Na Riqua y Na Escrivana, para evitar la entrada a la judería de posibles asaltantes.
Las cartas enviadas a Juan I y a los delegados de la ciudad Ramón Soler y Marrades en la corte real en Barcelona así como el relato de los hechos del escribano municipal en el Manual del Consell o las cartas al duque de Montblanch dan cuenta de lo ocurrido aquel sábado negro del 9 de julio de 1391.
A la hora de comer y tras las incendiarias homilías contra judíos en la iglesias, un grupo de unos 40 a 50 jóvenes comienza proferir gritos “Muyren los dits juheus o´s facen cristians”. Deciden entrar a judería por la puerta de Les Figueres, profiriendo insultos a los habitantes de la judería y portando cruces de caña así como un pendón azul y cruz blanca, amenazando con la llegada de autoridades del Obispado de València al grito de “conversión o muerte”.
Ninguna fuerza pública de vigilancia intervino.
Un numeroso grupo de alistados a galeras, vagabundos y alcahuetes gritaban que el arcipreste de Sibiglia venía a la judería “con la cruz para bautizar a los judíos y que los que no se bautizaran serian muertos”, relatan con gran detalle Francisco Danvila y José Hinojosa en base a los informes que el Rey recibiría posteriormente, el 14 de julio sobre lo acontecido.
La muchedumbre asaltó casa por casa sembrando el terror en el interior de la judería, regando sus calles de sangre en la mayor masacre de la historia de Valencia, sin que nadie hiciera nada por evitarlo5. El infante Martín, hospedado en el Palacio Real, es informado por los jurados de la ciudad desde el inicio de la masacre y ordena intervenir con las tropas acampadas en el Puerto de Valencia, pero de la puerta de la judería no pasaron.
Al caos reinante se suman artesanos, escuderos de casas nobles, gente casada, frailes y hombres de linaje que saldarían deudas quemando y asesinando a sus prestamistas. Sabían lo que buscaban, como recoge la declaración de un judío converso a Pere de Luca abogado delegado para la toma de declaraciones. La víctima cerró la puerta de su casa y tras tres horas, más de veinte hombres armados con espadas, bastones y cuchillos derribaron la puerta con arietes de madera “a fustades”, algunos con el rostro enmascarado llevándose una cajita de marfil donde estaban los albaranes de cartas de deuda, valorando sus pérdidas en más de 30.000 florines de oro, salvando la vida por su conversión.
Otros no tuvieron tanta suerte. Un testimonio relata cómo recibió varias cuchilladas en la cara al hacer frente a los asaltantes y su sobrina Lisa, esposa de Isaac Lobin, fue violada. En su declaración pudo identificar al autor “un home de condició” por las joya de oro y sello que llevaba6. Un noble de la sociedad valenciana que había reunido una cuadrilla para saldar todas sus deudas y préstamos con el saqueo y violación de mujeres, con el rostro tapado. También, los asaltantes entran por la cloaca y abren desde el interior la puerta principal de la judería para una masacre y saqueo masivo, de cada una de las viviendas, comercios y sinagoga. Cientos de cadáveres yacen acuchillados en las calle Avellanas, Medina, Taberna del Gallo, Pollo…en las mismas calles que hoy guardan el silencio a la memoria de más de doscientos cincuenta asesinados y otros que se suicidaron ante una conversión forzada, sin que haya una simple placa en recuerdo de su memoria.
En su despavorida huida el comportamiento de los cristianos no tuvo piedad. Cuando los judíos trataban de refugiarse en alguna casa no les abrían las puertas, les tiraban piedras y hasta les golpeaban con maderos. Ni la Corona, ni las tropas acampadas en el Puerto o en el Consell de Valencia impidieron la masacre. En las actas del Consell de la ciudad consta la dimensión del saqueo y la masacre perpetrada por lo que al día siguiente las autoridades dispusieron controles para recuperar lo robado a los judíos, aunque finalmente acabaría presuntamente en las arcas públicas para construir La Lonja de Mercaderes, entre otros edificios, hoy Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Tras la masacre, la miseria fue la condición de los supervivientes mientras miles conversos sufrirían apenas unos meses después, en enero de 1392, la confiscación de sus bienes mientras les negaban licencias de actividad y los cristianos no pagaban sus deudas porque oficialmente, decían, sus prestamistas ya no eran judíos…
Los Jurados de la ciudad emiten un detallado informe para el Rey sobre lo acontecido. Se informa de la recuperación de 25.000 florines, abundante ropa de seda, lino así gran cantidad de joyas y vajillas y se ordena su devolución a los propietarios comisionando en dicha labor a Domingo Masco, por orden del infante Martín, hermano del Rey y en depósito del capellán real Nicolau Morató. Sin embargo, no consta devolución alguna, más bien lo contrario en beneficio de unas arcas municipales que hoy no encuentra razón ni voluntad para poner una simple placa en memoria de tanta injusticia y sangre derramada.
De aquella historia, Valencia nombró a fray dominico Vicente Ferrer7 como patrón de esta ciudad hasta nuestros días, tras atribuirse la conversión de 6.000 judíos de Valencia, Xátiva, Alzira, Gandía, Cullera y otros lugares del reino, como si todo hubiera sido un milagro. En sus sermones detalla un convencido antisemitismo ‘por la vía pacifica de la conversión’…
El bautismo forzado de miles de judíos valencianos en 1391 no puso fin al creciente antisemitismo sino que dio paso al llamado ‘problema converso’ cuya solución no fue otra que el acoso institucional y social al que fueron sometidos nuestros antepasados durante siglos por la Inquisición y finalmente la expulsión en 1492.
Hoy la casa vitalicia de San Vicente Ferrer, patrón de la ciudad de Valencia, ha sido restaurada con más de 410.488 euros de inversión pública8 para conmemorar el 600 aniversario de su muerte mientras no hay un solo céntimo de las arcas del Ayuntamiento para una placa en memoria de los judíos asesinados y aquellos obligados a su conversión forzada hace 633 años y dos meses.
El rabino de Valencia, Isaac ben Seset Perfect tuvo que convertirse al cristianismo el 11 de julio de 1391 y permaneció en el convento de los dominicos hasta que huyó a Argel en fecha desconocida. Otro judío importante, Samuel Abrevalla se bautizó tomando el nombre de Alfonso Fernández de Vilanova.
Tras el asalto a la judería, hubo una treintena de inculpados y detenidos que no sufrieron castigo alguno. Entre los apresados y presuntos asesinos figuran miembros de la Orden de Montesa, vagabundos, escuderos, frailes, comerciantes y gentes deudoras de préstamos que nunca pagarían. Es el propio rey quien escribe a su hermano, Jaime de Aragón, Obispo de Valencia para que no se inmiscuya en los procesos judiciales abiertos contra los alborotadores y asesinos, cuando debió haber ahorcado entre 300 a 400 culpables identificados del asalto. Sus palabras se las llevó el viento.
Las autoridades eclesiásticas convierten la Sinagoga Mayor, frente al actual palacio de Valeriola hoy museo de Arte Moderno, en la nueva iglesia de San Cristóbal a cargo de Marco Desplugues, como primer beneficiario con 200 sueldos que deberá pagar la Baylia en representación de la ciudad.
En noviembre del mismo año, el Consell de la ciudad recibe carta del Rey que comunica veinte nombres de los presos que deben ser juzgados entre los que destaca Arnaldo de Romaní como uno de los más significados en el asalto y masacre de la judería, así como Pere García uno de los cabecillas “es un dels principals enagadors e concitadors” acusado de dos homicidios. También el sastre Bartomeu Olives, el corredor Dórella Navasques, el mestre barber Frances, el fraile Berenguer de Montoliu, o Pere Navarro participante en el asalto con orden de prisión y en el caso de que fuera declarado inocente se incorporara a la expedición de Cerdeña como así ocurrió.
Años más tarde, en 1419 en época de Alfonso V perdura el proceso contra los veinte detenidos del asalto pero solo se ajusticia a cinco y se echa tierra sobre el asunto. Tras sucesivas prórrogas y contradicciones, no se hizo justicia a los culpables de la masacre. Tampoco se resarció a las familias de las víctimas y nadie pidió perdón hasta la fecha mientras se fomentó el olvido de la historia judía en Valencia con grandes dosis de hipocresía para no poner una simple placa o autorizar excavaciones o ayudar a construir una sinagoga9.
La carnicería del barrio judío, con sus ocho tablas para cortar y vender carne kosher se vendió a Joan de Valeriola, ciudadano de Valencia por 4.000 florines, hoy en propiedad de la familia de Juan Roig, dueño de los supermercados Mercadona y en cuyas instancias acaba de inaugurar un museo de arte moderno, donde se conserva el trazado de una calle de la judería. Sobre el cementerio judío hoy se ensalza los grandes almacenes de El Corte Ingles, junto a un banco y la estación de metro donde fueron rescatados cientos de enterramientos y el portal de la judería, cuyo cuerpos descansan en un cementerio judío de Barcelona, tras la incapacidad de las autoridades locales de facilitar un cementerio tras el hallazgo en 1993. De la gran Sinagoga hoy se contempla cuatro edificaciones de viviendas y en uno de sus bajos, en el interior de una pizzería, aún se conserva un pasaje subterráneo que unía la Sinagoga Mayor con la carnicería que hoy es el museo de arte moderno Hortensia Herrero, mujer de Juan Roig, e inaugurado en 2023.
Las heridas de aquel Shabat de 9 de julio en Valencia siguen abiertas en la memoria de las inocentes víctimas y de miles de judios obligados a convertirse. Un dolor que pone a prueba la resiliencia infinita del pueblo judío cuando la hipocresía se alía con el odio para negar la más rotunda condena a crímenes perpetrados.
El silencio desde los púlpitos de organismos públicos y privados no es el camino para combatir los delitos de odio, vengan de donde vengan. La lucha contra el antisemitismo es una tarea de todos y necesitamos aprender las lecciones robadas de la historia para que nunca más se repitan. Los representantes de la ciudad de Valencia y sus autoridades eclesiásticas tienen la oportunidad de reconciliarse con la historia rompiendo un silencio que oculta la mayor tragedia de nuestra historia. Desde la Generalitat Valenciana se debe impulsar la formación de valores contra el antisemitismo en las aulas como hacen otros muchos países con fondos europeos. Desde el Ayuntamiento de Valencia se precisa poner en valor los lugares e historia judía, sin desviaciones, ni a derecha ni a izquierda. Es importante reconocer los errores de aquellos sermones antisemitas que dieron paso a la tragedia. Nuestro hijos y las futuras generaciones tienen el derecho a conocer la verdad de una historia que heredaron de sus mayores y la grandeza de la palabra (milta) perdón. Necesitamos hoy derrotar a un antisemitismo que recorre Europa y enarbola la bandera del odio, desde el diálogo y la palabra al servicio de la convivencia.
Gonzalo Gayo Corbella
Valencia-España
Periodista y docente.
Miembro de Asociación Contra el Antisemitismo en Asturias y Valencia.
BIOGRAFÍA
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- Even Hen,Yacob, El Rambam Rabi Moshe Ben Maimon. La Historia de su vida. Jerusalem, Israel, Traducido por Shoshana Praj, 1995
- Fernández, Salvador Aldana, Los judios de Valencia: Un mundo desvanecido. Barcelona, España, Carena Editores, 2007.
- Montalvo, José Hinojosa, La judería de Valencia en la Edad Media. Colección ‘Estudis’ 23. Valencia, España. Ed. Ayuntamiento de Valencia, 2007.
- Azulay, Marilda y Israel, Estrella, La Valencia Judía. Valencia, España. Consell Valencia de Cultura en la serie Minor de 2009.
- Gayo Gonzalo, 1391. La matanza de judios que Valencia olvidó. España, Valencia Plaza, 2019.
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Even Hen, Yacob, “El Rambam Rabi Moshe Ben Maimon. La Historia de su vida”. Traducido por Shoshana Praj. Jerusalem, Israel, 1995.
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Abdias cap.1 versículo 20
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Hinojosa Montalvo, José.(2007) “La judería de Valencia en la Edad Media”. Edita Ayuntamiento de Valencia en la Colección ‘Estudis’ 23.
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Aldana Fernández, Salvador.(2007) “Los judios de Valencia: Un mundo desvanecido”. Carena Editors.
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Hinojosa Montalvo, José.(2007) “La juderia de Valencia en la Edad Media”. Edita Ayuntamiento de Valencia en la Coleccion ‘Estudis’ 23.
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Roca Traver, Francisco. (1998) .Los judios valencianos en la Baja Edad Media . Edición Ayuntamiento de Valencia, España
- https://www.levante-emv.com/valencia/2024/07/19/dominicos-volveran-casa-san-vicente-105822236.html
- https://esefarad.com/tarbut-sefarad-pide-al-alcalde-ribo-rescatar-del-olvido-la-historia-de-los-valencianos-judios/