Deby Roitman (Israel)
Sobre la autora
Doctor en Sociología por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Su área de especialización es la identidad judía en América Latina. Ha impartido clases en centros académicos de Israel, México, y Chile. Coordinadora de Masá de la Agencia Judía en Chile. Encargada del área de educación y parte del equipo de desarrollo de la exposición sobre el Holocausto en el Museo Judío de Chile. Actualmente vive en Israel.
“Un pueblo sin el conocimiento de su pasado histórico, origen y cultura es como un árbol sin raíces”.
Marcus Garvey
Nacimiento de un proyecto
Descubrir quiénes somos y de dónde venimos: ¿cómo se llamaban mis antepasados? ¿dónde vivieron? ¿cómo remontarse a los orígenes de mi historia familiar?
Estas eran algunas de las preguntas que se hacía Martha Mazo desde su infancia en Corrientes (Argentina), su ciudad natal, y luego en Resistencia, donde vivió después de casada. Martha, de profesión profesora de psicología en las escuelas secundarias, proviene de una familia perteneciente a la segunda generación del Holocausto. Una de las cosas que más impacto le causaron de pequeña era el hecho que, en su hogar, nunca se había tocado el tema de sus antepasados que quedaron en Polonia y Rusia. A tal extremo, y debido a que su madre falleció siendo ella aún una niña, y el hecho que su padre nunca quiso hablar sobre sus propios padres y hermanos que habían muerto en el Holocausto, ella nunca supo ni siquiera el nombre de sus abuelos ni tíos. En su casa no existían las palabras abuelo/a. Nula información a nivel familiar de sus antepasados, viviendo en un ambiente donde las demás familias conviven con sus parientes. Al preguntar acerca de sus antepasados la respuesta siempre era: “Vos sos muy chiquita, no tenés que saber eso”. Surge el cuestionamiento ¿Quién soy? ¿De dónde vengo?
Martha consideró que el conectarse con los miembros de nuestra familia del pasado y presente, el aprender su historia, ocupa una necesidad innata de vínculo y conexión en cada uno de nosotros. Vivencia que ella no tuvo. Su curiosidad siguió creciendo hasta el punto de llegar a la conclusión de que, como fuera, ella quería evitar que esto le sucediera a otros. A partir de estos cuestionamientos es que surge el proyecto de “Mi historia familiar”. Veremos cómo se desarrolló.
Martha hace aliá junto a su familia en 1987, teniendo de antemano el propósito de trabajar en el museo de Beth Hatefutsoth1 (que ya había visitado anteriormente). Apenas arribados al país, se pone en contacto con el Departamento de Educación de dicho museo, donde enseguida comienza un curso de guía en español. Para ese entonces se estaba estableciendo el Centro de Genealogía Judía como un departamento más del museo. Había un equipo de gente de habla hispana que tenía como tarea introducir árboles genealógicos con información que daban las familias en una base de datos. Martha, en parte debido al escaso (más bien nulo) conocimiento acerca de su historia familiar, y por su curiosidad por la genealogía misma, se ofrece para ser parte de esta labor. La genealogía2, que tiene por objetivo principal identificar la ascendencia y descendencia de una persona, y el registro de estos datos expresado en un árbol genealógico que recoge datos personales sobre ellos, le permitió poder recapacitar acerca de su propósito de que cada persona conozca su propia herencia, lo que a ella le faltó. Tiempo después comienza a trabajar como guía con niños en hebreo, y así se percata que los chicos de 7º grado, en los colegios en Israel, tienen la obligación de investigar sus raíces familiares. Gracias a esta información, y comprendiendo que esa es justo la edad en que los jóvenes tienen padres, abuelos y algunos incluso tatarabuelos con quién vincularse, es el momento adecuado para poder recopilar información familiar. A la sazón, le propone a la directora del Departamento de Genealogías crear un proyecto con adolescentes de 12 y 13 años (edad de Bar y Bat Mitzva), basado en la investigación de las raíces familiares conectado con la creación del árbol genealógico. Así nace el proyecto “Mi Historia Familiar” (Sipur Michpajti – My Family Story3).
Con no pocas dificultades se logró asociar, primeramente, con el Ministerio de Educación para extender el proyecto en Israel –comenzaron con un programa piloto en dos escuelas-, y más adelante logró conseguir fondos para expandir este programa a la diáspora. La idea para poder incentivar y atraer a los jóvenes adolescentes a investigar acerca de sus familias y armar un árbol genealógico fue convertir el proyecto en una competencia.
En un principio Martha tenía todo a su cargo, con un poco de ayuda por parte de otros empleados del Museo. Debido al éxito del proyecto, este fue trasladado del Departamento de Genealogías a la Escuela Internacional Koret para Estudios del Pueblo Judío4, ampliando también al equipo dedicado de forma exclusiva; ya que el proyecto se dividió de acuerdo a los seis idiomas que reflejan a los países que colaboran: hebreo, francés, español, inglés, ruso y portugués.
Objetivos del proyecto
El objetivo general de este proyecto es conectar a la juventud judía de todo el mundo con la historia del pueblo judío. Busca fortalecer la identidad judía personal de los jóvenes, así como su conciencia de la humanidad, un sentimiento de pertenencia y compromiso con el pueblo judío, e intensificar la comprensión y el conocimiento de las culturas judías por parte de los participantes.
En lo particular, lo que este proyecto se propone, a través del concurso, es alentar a los alumnos a investigar en profundidad los antecedentes de sus familias, y la posibilidad de integrar sus árboles genealógicos y registrarlos on line en la Base de Datos del Centro de Genealogía Judía Douglas E. Goldman5. Esta importante información será preservada para las futuras generaciones, y facilitará encontrar vínculos con otras familias.
El programa, que se realiza en las escuelas judías de la diáspora y en Israel, se centra en la redacción de un trabajo de investigación personal que discuta un aspecto de la civilización judía. Es un proceso guiado a través del cual los estudiantes aprenderán métodos de investigación académica, acompañado de un plan de estudios complementario, un manual de formación docente y una plataforma para encuentros interculturales judíos. Los proyectos que hayan preparado los participantes deben de tener relación con, al menos, uno de los conceptos centrales de la noción de pertenencia al pueblo judío: memoria colectiva, valores, alguna conexión con Israel, idioma hebreo o lenguas judías, creatividad y/o ciclo de vida judía.
El proyecto concluye con el Concurso Internacional Manuel Hirsch Grosskopf, en virtud del cual los participantes de las distintas instituciones educativas de todo el mundo envían al Museo sus proyectos artísticos y las presentaciones de sus investigaciones familiares. Los trabajos excepcionales de cada país participarán en un programa conjunto en Israel. En el mes de junio se premia a los ganadores con un pasaje a Israel, donde se lleva a cabo un encuentro internacional entre los jóvenes israelíes y los de la diáspora, que consiste en un paseo organizado generalmente a Jerusalén y un acto final con un vasto público.
Este año, 2024, el programa “Mi Historia Familiar” cumple 30 años de existencia y se ha lanzado en 26 países que incluyen América del Norte, América Latina6, Europa, Asia y Australia. Hasta ahora, han participado más de 80.000 estudiantes judíos, de edades comprendidas entre los 11 y los 15 años, pertenecientes a más de 200 instituciones educativas judías7.
Contar una historia
El programa consiste en relatar una historia (a través de una creación artística) que refuerce el vínculo de la familia con sus antepasados y su propia genealogía.
Dentro del mundo judío, muchas veces la conformación de las familias es entre miembros de diferentes orígenes etnicos, ya sean ashkenazim, sefaradim o mizrajim, lo que provoca un mosaico cultural e identitario. Más allá del tronco común, los judíos de diferentes lugares del mundo traen consigo normas de conductas disímiles derivadas de los entornos socio culturales que tuvieron en los países de su origen; reflejado ello en la cocina, costumbres de la sinagoga, música, canciones, bailes, literatura y más. Los hijos -y nietos- a menudo crecen en un entorno bicultural; ya que un grupo de abuelos practica sus tradiciones sefardíes, mientras que el otro se adhiere a sus tradiciones europeas, por ejemplo.
Todas las familias deben contar su historia. A través de un simple relato o cuento familiar, de un objeto que ha transitado de generación en generación o de alguna pieza u obra simbólica en la familia. Estos pueden ser detonadores positivos que impulsen a la familia en el proyecto de investigar sus raíces, guiados por tales objetos o relatos.
Son variados y diversos los alcances e implicaciones que ha tenido este proyecto en los hogares judíos alrededor del mundo.
Se ha dado que varias familias, que estaban de cierto modo alejadas del judaismo o de la comunidad, con esta investigación han podido conocer sus raíces lo que les ha permitido acercarse y lograr un vinculo de mayor fuerza con el pueblo judío. Otras personas, que estaban vinculadas con el judaísmo únicamente a través de memorias de los eventos familiares de su infancia como el seder de Pesaj, -particularmente la comida de la bobe o la búsqueda del afikoman- retoman y reconocen el significado y la relevancia de la continuidad generacional.
Uno de los impactos más potentes que se ha dado a partir de este proyecto es que muchas personas, que al principio no estaban particularmente interesadas o no tenian conocimiento de su historia familiar, comenzaron a profundizar en sus raices para ayudar a su hijo o algún pariente con este proyecto escolar, descubren todo un mundo frente a ellos que los vincula a su pasado judío. Muchos evidencian relatos increíbles dentro de su propia familia, que incluso les permite entender varias conductas y modos familiares, como pueden ser enfermedades, tradiciones, herencias, vínculos religiosos, incluso algunos comprenden que parte de su familia pereció en el Holocausto. Los integrantes de la familia terminan enganchados a la genealogía a través del relato familiar que desconocían.
Contar una historia personal a menudo ha podido salvar la brecha que existe entre las generaciones más jóvenes y las mayores, permitiendo a las personas mayores -léase abuelos- compartir la historia judía colectiva de su familia y comunidad que está repleta de tradiciones, recuerdos, conocimientos e historias conmovedoras.
Conocer en profundidad a sus abuelos y otros parientes lejanos -y no tan lejanos- puede ayudar a los jóvenes a entender cómo o por qué sus padres son como son. Es posible que capten ciertas narraciones familiares habladas o tácitas, lo que contribuye a su propia comprensión de cómo ellos mismos encajan en la historia familiar más amplia. Además, es beneficioso establecer vínculos con parientes lejanos a su familia nuclear. Una vez más, esto puede contribuir a ese fuerte sentido de pertenencia y seguridad que ayuda a los niños a desarrollar la confianza en sí mismos. Evidentemente, no todo el mundo vive cerca de su familia más cercana y la familia extendida. Afortunadamente, la tecnología, a diferencia de años atrás, hace que sea más fácil que nunca mantenerse conectado con los seres queridos desde lejos.
Otro alcance ha sido a través de la creación del árbol genealógico, donde las familias, especialmente los niños, se vinculan con su pasado -y su parentela- a través de los nombres. Las familias, dentro del judaísmo, frecuentemente proporcionan a los hijos nombres de antepasados; entre los ashkenazim, de familiares fallecidos y entre los sefaradim, de los abuelos/abuelas todavía en vida. Con estos relatos y árboles genealógicos, los niños comienzan a conocer sus historias familiares en relación a cómo ellos mismos fueron nombrados. Otra opción es el rastrear sus raíces de acuerdo a sus apellidos, considerando las diferentes ortografías existentes debido a las múltiples olas migratorias que han provocado que diferentes miembros de la misma familia puedan tener el mismo apellido con diferentes ortografías, o pueden haber elegido cambiar el nombre por algo más consistente con los países en los que vivían.
El museo de Beth Hatefutsoth era muy conocido por la posibilidad de las familias de poder encontrar información acerca de sus apellidos. Actualmente sigue existiendo esa opción a través del mismo sitio web de ANU, el Museo del Pueblo Judío8.
Del mismo modo, la Biblioteca Nacional de Israel, en su sitio web, cuenta con un recurso educativo denominado Family History Project9, el cual también se enfoca en la posibilidad de investigar los orígenes familiares a través de fuentes primarias, y la creación de un árbol genealógico familiar.
Otra institución de fama mundial es YIVO, Institute for Jewish Research (Instituto para la Investigación Judía) donde es posible la búsqueda de material acerca de los antepasados de las familias, en su mayoría provenientes del mundo europeo10.
El interés por la genealogía se evidencia en la Asociación Internacional de Sociedades Genealógicas Judías11, que es un organismo que agrupa a más de 90 organizaciones genealógicas judías en todo el mundo. Se demuestra cómo la genealogía es una manera maravillosa de unir a la gente.
Así vemos que varias instituciones12 de gran envergadura, le dan una alta relevancia a las historias familiares, apostando por una travesía educativa que permitirá a las próximas generaciones conectarse con sus raíces, cultura y patrimonio judíos: una generación que se verá a sí misma como parte de la Historia del Pueblo Judío.
Cuando los jóvenes se sumergen en sus propias historias familiares, se preguntan: ¿qué cosas y eventos han definido a mi familia? Lo bueno y lo malo, y así logran ver acontecimientos en gran escala y en una escala personal. La historia familiar de cada uno va más allá de los nombres y fechas que encontramos en el árbol genealógico creado. Se trata de lo que nos hace y lleva a ser quienes somos. Se trata de nosotros como pueblo, donde las tradiciones y costumbres que cada familia trae consigo transmiten un sentido de la historia con el que es importante que las generaciones futuras se conecten.
Conclusión
La idea de “Mi Historia Familiar” es que los estudiantes investiguen su propia genealogía a través de su relación con todos sus miembros de la familia nuclear y la familia extendida. De este modo, el participante vincula su historia personal con la Historia del Pueblo Judío. Finalmente, la creación artística derivada de la pesquisa de las raíces familiares concluye en un concurso internacional en el que participan instituciones educativas judías de todo el mundo y cuyos ganadores de la diáspora reciben un viaje a Israel para la ceremonia de entrega de premios en el Museo ANU, en Israel.
Sin duda, “Mi Historia Familiar”, así como todos los recursos educativos enfocados en el relato familiar y en la preservación de la memoria, colabora en la cadena de transmisión y continuidad judía, donde el árbol genealógico de cada familia son las raíces que junto con otros árboles conforman un bosque, un bosque diverso que unido puede mover montañas.
A partir de la terrible masacre del 7/10 sufrida en el sur de Israel se ha potenciado el antisemitismo, y esto ha impactado con mucha fuerza a los judíos de la diaspora. Las comunidades judías en general, con los centros educativos en particular, buscan estrategías y recursos para saber cómo enfrentarse a las fuertes hostilidades contra Israel en general y contra los judíos en particular. Se debe de ayudar a los educadores a diseñar una respuesta como medida preventiva y como parte del currículum. El responder al antisemitismo debe de verse como tarea multidisciplinaria, donde el tema en sí puede abordarse a través de muchas asignaturas; tales como educación cívica, literatura, arte, historia, etc. Cualquiera sea la materia escolar que englobe la investigación familiar, esta puede utilizarse como herramienta para reforzar la identidad judía a nivel personal y a nivel colectivo, tan necesario en tiempos turbulentos.
Por ello, el conocer el relato de quienes nos precedieron nos permite acercarnos a nosotros como pueblo, como cultura, como pertenencia e identidad y como nación. Si sabemos de dónde venimos, nos ayudará a desarrollar un fuerte sentido de quienes somos, un sentido de conservación y hacia dónde queremos ir. Nos permite entender, a través de las historias pasadas, lo que podemos lograr juntos a futuro.
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Museo de la Diáspora.
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Sinónimos: Ascendencia, linaje, antepasado, casta, prosapia, abolengo, alcurnia, estirpe, tronco, progenitora. Fuente: https://dle.rae.es/genealog%C3%ADa
- https://www.anumuseum.org.il/annual-programs/https://mfs.anumuseum.org.il/es/
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La Escuela Internacional Koret para estudios del Pueblo Judío (The Koret International School for Jewish Peoplehood) se estableción en noviembre de 2006 por medio del apoyo y la iniciativa de la Fundación Nadav, cuyos objetivos son infundir el sentido de pertenencia al pueblo judío en las jóvenes generaciones de Israel y del mundo entero; fomentar la participación y el compromiso con el pueblo judío como parte de su identidad y dar prioridad a la enseñaza respecto a la pertencia del pueblo judio en los programas educativos de Israel y de las comunidades judías de todo el mundo. https://www.anumuseum.org.il/about-school/
- https://dbs.anumuseum.org.il/skn/en/c6/e18493701/אודות/The_Douglas_E_Goldman_Jewish_Genealogy_Center
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En el período 2020 participaron once escuelas de la Argentina.
- https://mfs.anumuseum.org.il/en/
- https://dbs.anumuseum.org.il/skn/en/c6/bh
- https://education-en.nli.org.il/special-programs/family-history-project
- https://yivo.org/Family-History-Research
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La Asociación Internacional de Sociedades Genealógicas Judías, Inc. ( IAJGS) es una organización paraguas independiente sin fines de lucro que coordina las actividades y la conferencia anual de 84 sociedades genealógicas judías en todo el mundo. https://www.iajgs.org/
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Cabe recalcar que existen variadas instituciones y sitios web con recursos educativos acerca de las historias familiares dentro del mundo judío, pero no es la temática de este artículo el presentarlas.