Juan Tausk (Argentina)
Sobre el autor:
Juan Tausk es psicoanalista, profesor universitario, mediador, escritor y coreuta. Vive en Buenos Aires. Contacto: +54 911 61567218. Correo electrónico: jtausk@gmail.com
Autor de: “La tenacidad del odio y la fiesta de la vida: negociación y psicoanálisis para una convivencia posible”. Ensayo. Ed. Psicolibro. 2019. Buenos Aires. “La fiesta de la vida. Poesía y relaciones”. Ed. Psicolibro. 2019. Buenos Aires. “¡Basta de chatarra! Del dolor de la pandemia a los paradigmas de género”. Ensayo. A publicarse en 2024. “En tus brazos la tormenta”. A publicarse en 2024.
En instantes la iglesia será incendiada por los leales al príncipe con todos adentro. Una vieja creyente pregunta “¿Por qué la vida es un infierno?” y su pastor, en Jovánschina, la ópera de Modest Musorgski, le responde: “El infierno fue creado para contener tanta ira.” El público del Colón entra en pánico, se apresta a la salida. Parecía de verdad.
Así también parece de verdad la rebelión de los estudiantes norteamericanos que ya se extiende a la Universidad de Sao Paulo y cual “fantasma por Europa y EEUU” se manifiesta como revolución de pacotilla. Los jóvenes llenos de ira hacen temblar a los políticos, que temen por sus votos. Algunos periodistas logran un precario equilibrio con un “habría que ver” o “el tema es complejo” y compensan a los civiles violados, desmembrados, asesinados o tomados de rehén por Hamas en el sur de Israel con los muertos por los bombardeos de Israel a Gaza, olvidando las docenas de miles de misiles sobre la población israelí.
Veterano en estas lides – si habré tenido manifestaciones callejeras y tomas de facultades intensas, por no decir violentas – intento una explicación. Se trata de la administración de la frustración, la dependencia de los padres y la rabia con estrategias de propaganda política y de guerra. Éramos jóvenes cuando el militante trosko – confundiendo a Sierra de la Ventana con Sierra Maestra – nos explicaba que, para captar “cumpas”, los llevaban a las manifestaciones, provocaban a la policía y se hacían arrestar. Entendí. La cárcel es la escuela de “chorros” y de cuadros revolucionarios, dixit Ho Chi Min.
Es que las causas ‘regre’ son “low cost”. Israel al final son apenas unos judíos que, ¿qué tienen que hacer en Medio Oriente? Al decir de un tal Ansaloni, ex patrón del gremio de peones y hoy ilustre diputado de la libertad: “Por ahí no tienen patria…los judíos no saben dónde están”. Bueno, la tienen, y se llama Israel. Nada de denunciar al hosco oso ruso devorándose a Ucrania, devastando a su población y robándoles sus niños. Calladitos con la destrucción de los uigures en China, la feroz guerra en Siria o la actual en Sudán, ¿qué dónde quedará aquello? De Nicaragua o Venezuela ni que hablar. Tanto menos acusarlos de “genocidas” con la soltura y facilidad que lo hacen con la “entidad” sionista. Genocidio es la “intención” de exterminar a un pueblo, raza, cultura, religión. Enunciarlo y hacerlo.
Es que los regreprogresistas, sin información contrastable, eligen su data. Le creen al Ministerio de Salud de Gaza que enuncia 34.000 muertos, que luego desdice a 22.000 por hacer mal las cuentas. Los israelíes dicen haber matado a 14.000 milicianos. No parece el genocidio que vociferan. En todos los casos, las muertes de civiles en las guerras son penosas y atribulan el alma. También las muertes de soldados, a fin de cuentas; jóvenes civiles con armas, que son hijos, padres, maridos o novios, hermanos, amigos de alguien que los sabrá llorar.
Se basan en una doctrina de frases cortas y definitivas. Por ejemplo: “ser antisionista no es ser antisemita”, mientras Hamás y su patrón Irán proclaman destruir a un estado constituido, democrático y reconocido, con todos sus judíos adentro. Por ello, al grito de “From the river to the sea, Palestine free”, yo lo mejoraría con “Palestine freak”, que se traduce por desmadrado, de espanto, monstruoso. También rima: eso es lo que Hamás hizo de Gaza.
Ya derrotados, ¿por qué no se rinden, como lo han hecho en la historia, los grandes generales? ¿Por qué no salvar a su ciudadanía – suya de tan cautiva – de ser muertos como escudos humanos? Mientras ellos se esconden en sus cenagosos túneles, cargados de armas iraníes y vituallas robadas a la Cruz Roja y a la UNRWA, si es que todos allí no se emparentan. Es que suponen a un Israel ético y para sí mismos, la ética de la “sharía” y la “Jihad”, aun al costo de ser ellos mismos los genocidas de los gazatíes. Por una vez, la BBC dice del Hezbollah, que destruyó al Líbano.
Explicale esto a un “regreprogresista” y te la ves en figurillas, pues te grita, si no es que te ladra furioso su acotada pieza doctrinaria. Es como en la época del dominio del Partido Comunista soviético: no encontrabas a un intelectual que reconociera que, en los “gulags” siberianos, las matanzas eran mayores que las de los nazis en los “campos de exterminio”.
Volvamos al “campus”, donde los jóvenes se sienten conmovidos por una causa fundamental. Fundamentalista, para el caso. Eso nos ha pasado a casi todos de jóvenes. Se mimetizan con los palestinos, las chicas tapan sus piernas y brazos con largas túnicas, el “kefiye” palestino cubre los cabellos, la cara veladano con el “nikab”, sino con barbijos negros sobrantes de los tiempo del Covid19. Eso sí, recuperan el pudor perdido. ¿Será el rebote de los tiempos de lucha feminista, perspectiva de género, visibilización del transexual, el cambio climático y el habla inclusiva? Y la rabia por lo que ya no fue.
Tienen apuro porque las “causas” se gastan, los grupos se dividen y la grupalidad que generan no dura. Pero, por un instante, pertenecen a un “colectivo identitario” en el decir de Cayetana Alvarez de Toledo, que les da una efímera sensación de ser algo hasta que, sin registrar qué pasó ni por qué, terminan cantando con Julio Sosa: “vuelvo vencido a la casita de mis viejos”. Una pausa musical hasta la próxima e imperativa causa.
La táctica es siempre la misma. Manifestaciones de creciente furia, toma de edificios, convocar a la policía a repartirles cachiporrazos y gases, a la espera de algunos presos y heridos. Va tomando color. El ideal es obtener al menos un muerto, pero nadie se ofrece voluntariamente. Sí hay violencia policial, como el caso de George Floyd, justamente un 25 de mayo (ver “Tentaciones totalitarias” nota del autor en Perfil, 2023), pero también hay “suicidio por policía”: inducirlos a error, pánico o simplemente defenderse. Así nos enseñaba London Howard, entrenador de negociadores en la Academia de Baton Rouge del FBI. Todo ello requiere tener prensa y viene solita, pues hay que animar los languidecientes noticieros de la tarde. Sí, un minuto de gloria para el revolucionario de pacotilla de hoy y recuerdo para el viejo conservador del mañana.
Pero todo esto no carece de estructura y estrategia. Hay cuatro grupos de interés.
Los estudiantes convencidos y enardecidos.
Luego los “lumpenproletariat”, denostados por Marx de ser incapaces de ser revolucionarios y también por Hitler, que se saca de encima a la SA. Compuesto por gente desahuciada y paupérrima que “trabajan de manifestantes” y por tanto tienen su estipendio. Con más rufianes, ladrones, psicópatas violentos, sicarios, oportunistas y ex “tumberos”, de los que surge el cuerpo de choque que no le hace asco a nada. Son los que, en una manifestación de la Universidad de Buenos Aires a la que concurrí -más ruidosa que violenta, me enteré luego- arrojaron una bomba molotov dentro de un vehículo, quemando vivo al conductor.
El tercero es la conducción, el “comité central”, sin el cual nada sucede, más que chisporroteos. Ellos sí tienen una política y trabajan para una organización: sea un sindicato, un partido político, narcotraficantes, una organización terrorista o un país. Ya aquí las cosas no son juego de chicos: hay entrenamiento, planificación de operaciones, manejo de prensa, armamento y fondos. Todo esto lleva a actos destructivos y delictuales. Basta con seguir la “pauta”; la financiación de algunas universidades norteamericanas por países islámicos hizo vacilar y paralizó a sus directivos. Debe ser similar en los medios; solo así se puede comprender la fobia al sionismo, o sea el antisemitismo que saben exudar. No todos, como siempre. Nicholas Kristof pregunta en el New York Times: “¿Cómo alguien que apoye a la causa palestina puede perdonar a Hamás y condonar su violencia?”.
Se ve que a los inquietos estudiantes regreprogresistas se los va arrestando en flagrancia y expulsando de las universidades. Es que, en un país democrático, las reglas deben cumplirse. Al decir del premier francés Gabriel Attal: “ni tolerancia para las acciones de una minoría activa y peligrosa”.
¿Pero qué salida queda para estos pobres chicos que pierden la posibilidad de seguir sus estudios, mientras se distraen en imaginarios combates? A cada ojal, un botón. Hay una oferta del rector de la Universidad del Yemen en Sana´a – la 201 en el ranking de universidades islámicas – invitando a los expulsados a estudiar en alguna de sus 22 facultades. No aclara, pero debe ser con costo y en riales yemenitas. Pero ojo, ¡allí no se jode! Las chicas deben ir bien tapaditas – pero ya practicaron – y deben saber que nada de caminar por las calles sin su tutor y nada de vidrieras, ni shopping. Apenas “burkas” afganas en oferta. De extrañar sus apartamentos, siempre está la Manhattan del desierto en Adramaut, con sus rascacielos de 8 a 16 pisos, construidos con adobe en el siglo XVI. Sin agua, sin ascensor, sin electricidad, pero ¡qué vista del atardecer en el desierto! La UY explica la declinación del número de sus alumnos de postgrado por la “continua agresión y guerra contra Yemen”. Claro, el Imperio o más bien la pizzería Imperio, la yanqui Kentucky y la gallega Güerrin.
La oferta promete, muchachos y muchachas regreprogresistas, y cito textual del “brochure”: un “clima de libertad académica de pensamiento, expresión y publicación, siempre que no contradiga los altos valores y elevados ideales del Islam”. Todo suyo.