Por Diana Sperling (Argentina) 1
Iom Hashoá (Día de homenaje a los caídos y a los resistentes de la Shoá), Iom Hazikaron (Día de recordación de las víctimas), Iom Haatzmaut (Día de la Independencia del Estado de Israel): tres fechas en serie, casi pegadas en el calendario.
Esta serie nos plantea la pregunta de la relación de la memoria con el tiempo. La memoria está en el medio, como el eslabón que une pasado y futuro, un puente entre el espanto y la redención.
¿Qué es la memoria? Pregunta viejísima que nunca se termina de responder. No hay una respuesta general, universal, válida para todos y en todas las circunstancias. Solo podemos aproximarnos a ella a partir de la experiencia, tanto individual como social.
La memoria es plural y singular a la vez, dinámica, irregular, agujereada, mixta, imperfecta. No es la mera reproducción automática de lo acontecido, sino una materia que se moldea según las vicisitudes de los sujetos.
La memoria es una rara combinación de continuidad y discontinuidad: si no hay huecos, intervalos, espacios vacíos en las imágenes que ella preserva, nos convertiríamos en Funes, el célebre personaje de Borges2, un ser atrapado en una ominosa telaraña de pasado donde nada nuevo puede advenir. Porque la memoria “normal” cambia, deforma, reconstruye, actualiza… Está atravesada por la vida misma, respira… El paso del tiempo cambia nuestros recuerdos, la foto sepia se vuelve película animada.
Se nos ordena recordar: ¡zajor!3 Pero también se nos ordena olvidar, por ejemplo, Amalek, cuyo nombre -dice la Torá- debe ser borrado de la historia. Paradoja extraordinaria: debemos recordar lo que es preciso olvidar. ¡No te aferres al dolor, no te enamores del sufrimiento!
La memoria es un insumo fundamental de la conciencia judía. Carentes de tierra, de Estado, de poder político, sin memoria habríamos desaparecido hace mucho tiempo.
“Fue necesario fabricarle una memoria al animal hombre para que le fuera lícito hacer promesas”, dice Nietzsche4. Parafraseo: para que le sea lícito creer, sostener, confiar en una promesa. Reformularla y actualizarla según las circunstancias. La memoria viene del pasado, la promesa nos dirige hacia el futuro.
Sin ese dinamismo que implica una memoria viva, toda tradición se vuelve fósil. Se coagula. El dilema de la memoria se juega entre modificar y momificar.
Hay una fecha específicamente dedicada a rememorar los más tristes acontecimientos de la historia judía: el 9 de Av, Tisha be Av. La caída del 1er y el 2o Templo de Jerusalén se conmemoran en ese día que simbólicamente reúne muchos otros hitos de duelo. Se lo llama Jurbán. Curiosamente, Freud se opone a llorar esas caídas: según el padre del psicoanálisis, fue ese derrumbe lo que permitió el surgimiento de la más valiosa e importante construcción judía: la escritura del Talmud. Maravilloso ejemplo de cómo convertir lo doloroso en proyecto vital.
El riesgo de quedar atrapados en las imágenes del horror, en la catástrofe y la muerte, la Shoá, es que ese recuerdo se vuelva un agujero negro capaz de tragarse toda existencia futura.
Porque no es lo mismo la tumba de los recuerdos que el recuerdo de las tumbas.
Sí, se nos ordena recordar: ponemos piedras sobre las lápidas porque ese nombre, el de la persona que yace allí, debe permanecer ligado a las generaciones por venir. Una memoria que sobrevivirá al muerto por décadas y centurias. Las piedras, a diferencia de las flores que se ofrendan en otras tradiciones, perdurarán. Como la memoria.
Se nos pide recordar al muerto, sí. Pero a la vez, se nos enseña a no dejarnos invadir por la pena de la pérdida.
En Génesis XXIII se cuenta que Abraham necesita comprar la tierra donde enterrará a su esposa Sara; fundador de la sepultura judía, el patriarca sabe, y así lo dice, que no podrá seguir su camino “mientras tenga a mi muerta frente a mi rostro”. Es preciso darle un lugar a la muerte, pero a la vez impedir que invada todos los lugares.
Su amada quedará en la tumba, él la llorará y recordará, pero no quedará paralizado sino que continuará su rumbo hacia la promesa. No completará el trayecto, no llegará a la tierra prometida. Serán las generaciones venideras quienes se acerquen a la meta, pero no podrían hacerlo si su antepasado, ese primer hebreo, no hubiera comprendido que la memoria debe ser más una ruta que un ancla, más una potencia de vida que un pozo de melancolía.
Transitamos días de extrema angustia, donde los malos recuerdos del pasado parecen cobrar vida otra vez. Nuevamente, el odio, los ataques, las acusaciones, la matanza y el horror se hacen presentes como si no hubieran transcurrido 80 años desde la masacre nazi. Pero ahora no somos los que éramos: con todas las fallas y los defectos, ya no somos un pueblo desplazado, condenado a ser huésped de otros países y dependiente de su “tolerancia” y «benevolencia”, un pueblo sometido a las leyes de otro. Somos una nación fuerte y orgullosa, no invulnerable pero tampoco desvalida, no omnipotente pero tampoco inerme.
La memoria nos ha permitido ligarnos, preservarnos y reconocernos como pueblo. Estamos en condiciones de recordar lo padecido y, a la vez, proyectar y afirmar el porvenir.
¡AM ISRAEL JAI!
*Una versión más breve de este texto fue leída el 16 de mayo de 2024 en la actividad organizada por el Museo del Holocausto en Amia sobre “La transmisión del Holocausto a partir del 7/10”
1. Filósofa, escritora, ensayista y docente. Doctora en Filosofía por la Universidad Nacional de Córdoba, publicó libros como Tiempo de espinosa (2022), Filosofía para armar (2014), Genealogía del odio: sobre el judaísmo en Occidente (1995, 2007), La metafísica del espejo: Kant y el judaísmo (1991) y Señas particulares (1983), entre otros. Enseña en instituciones y grupos de estudio y escribe artículos para revistas de filosofía, psicoanálisis y literatura.
2. Borges, J. L. (1944). Funes el memorioso. En Ficciones.
3. (N. del E.) En hebreo, ¡Recuerda!
4. Nietzsche, F. (1887). Genealogía de la moral.
- Filósofa, escritora, ensayista y docente. Doctora en Filosofía por la Universidad Nacional de Córdoba, publicó libros como Tiempo de espinosa (2022), Filosofía para armar (2014), Genealogía del odio: sobre el judaísmo en Occidente (1995, 2007), La metafísica del espejo: Kant y el judaísmo (1991) y Señas particulares (1983), entre otros. Enseña en instituciones y grupos de estudio y escribe artículos para revistas de filosofía, psicoanálisis y literatura. ↩︎
- Borges, J. L. (1944). Funes el memorioso. En Ficciones.
↩︎ - (N. del E.) En hebreo, ¡Recuerda! ↩︎
- Nietzsche, F. (1887). Genealogía de la moral. ↩︎