Una línea de texto

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natalia sucari

Natalia Sucari es Licenciada en Psicología, Educadora y Diplomada en Estudios Judaicos. Escritora aficionada, madre, esposa y viajera apasionada. Durante casi dos décadas trabajó para diversas instituciones judías de Córdoba, su ciudad natal, asumiendo roles de docencia y gestión. Actualmente sigue involucrada en varios proyectos relacionados con la enseñanza de la Shoá y la actualidad israelí.

 

“Nosotros desearíamos que nuestros hijos
continuaran nuestras palabras;
en lugar de eso, volverán a crear el libro”

Oz & Oz-Salzberger, 2017

Todas las escuelas alrededor del mundo son ciertamente diversas. Se diferencian entre sí por su aspecto, su propuesta pedagógica, por la forma y la complejidad de sus dinámicas vinculares y otras particularidades. Aunque también comparten algunas características. Rasgos que forman una especie de cohesión identitaria entre ellas y generan en nosotros una imagen mental, un modelo acerca de cómo las vemos en general.

Con las escuelas judías pasa algo similar: cada una es única, todas son diversas y también hay entre ellas una cohesión. Porque pertenecen y transmiten la tradición y la cultura judías, porque comparten una cierta mirada del mundo. Porque, en mayor o menor medida, en ellas se enseña hebreo y sobre todo por su trabajo incansable por la continuidad. Un hilo invisible las conecta más allá de toda singularidad. Un hilo tejido y atravesado por nudos que llaman la atención, que marcan aspectos fundamentales. Mojones que se han ido levantando a lo largo del recorrido del pueblo judío, recorrido de tiempo y de espacios.

En las siguientes líneas nos proponemos desatar, a modo de análisis, algunos de esos nudos. Leer, conversar, reflexionar acerca de ellos. Intentando explicar por qué son significativos y sabiendo que no son los únicos, que hay otros igual de importantes. Dejando abiertas algunas preguntas y debates; tal como venimos haciendo los judíos con nuestras ideas desde hace siglos.

Y enseñarás a tus hijos… a preguntar.

En primer lugar, Din y Jesed en la escuela. Dos conceptos, conocidos y complejos, llevados a la práctica educativa. Din, como sabemos, es equilibrio, juicio. En la enseñanza es posible equipararlo con lo esencial, aquellas temáticas que consideramos imprescindibles, irrenunciables dentro de nuestras currículas. Y no solo contenidos teóricos, también acciones, proyectos y hasta formas de la dinámica vincular; que los reflejen. Porque la educación judía es vivencial, en ella la acción y el significado se retroalimentan.

En un sentido simplificado, esta idea de Din condensa lo que cada comunidad educativa juzga pertinente según su visión institucional, y lo que no. Nuestras fuentes son el sustento, el texto. Un texto que la escuela pone a disposición de los alumnos y alumnas para que lo reciban colectiva e individualmente. Un texto que no es solo escrito; es un modo de hacer, de estar y de relacionarse. Un texto para que aprendan y aprehendan, para que se identifiquen con él y se comprometan con su letra. Les ofrecemos una tradición a la cual quieran pertenecer, no para replicarla tal cual es, sino con la esperanza de que puedan renovarla y aportar a ella. 

Como decía Hannah Arendt:

La educación es el punto en que decidimos si amamos al mundo lo bastante como para asumir una responsabilidad por él y así salvarlo de la ruina que, de no ser por la renovación, de no ser por la llegada de los nuevos y los jóvenes, sería inevitable. (Arendt, 1954, pág. 208)

En las escuelas judías alrededor del mundo compartimos grandes conceptos éticos que vienen de esa fuente, nos identifican como pueblo y forman parte de este Din, de lo que nos resulta juicioso e ineludible enseñar. Solo por mencionar algunos: Tikún Olam, Tzedaká, libertad, pluralismo, Pikuaj Nefesh; seguramente se abordan teórica y prácticamente en todas nuestras aulas. Aunque en cada una se haga de manera singular. Son ideas que abarcan otras, son ricas, complejas; y requieren siempre un debate previo dentro de cada institución. No porque dudemos acerca de enseñarlas sino para conversar sobre cómo hacerlo. Decisiones pedagógicas relacionadas con contextos particulares, dilemas más sutiles que demandarán la presencia de Jesed. 

El Jesed, que literalmente puede traducirse como bondad, compasión o generosidad, se pone de manifiesto en el ámbito educativo si construimos un espacio en el cual sea más importante buscar verdades colectivas que tener la razón o imponer un punto de vista individual. Cuando en el debate hay diferencias, aparece la idea de Jesed, la capacidad de escucharnos. La comprensión de que, no solamente podemos pensar distinto sino que quizás no nos pongamos de acuerdo. Es posible enseñar a disentir y a respetar la mirada del otro. Y la mejor forma de hacerlo es empezando en nuestros propios equipos de trabajo, entre colegas. Como dice Carlos Skliar (Skliar, 2024) “la educación es conversación, una conversación entre personas que se prestan atención”. 

Adultos prestándose atención y definiendo qué y cómo transmitir. Y luego, o en ocasiones al mismo tiempo, una conversación que incluya a los jóvenes, a los “nuevos” como decía Arendt. Porque, mientras enseñamos nuestras certezas, los educadores y educadoras judías, debemos instar a los estudiantes a ponerlas en duda. Afirmaciones e interrogantes. Como en la Hagadá de Pesaj: Maguid y ¿Má Nishtaná? Narrar e invitar a que no se conformen con escuchar y asentir, que nos interpelen. Que cada vez que volvamos sobre un relato nos desafíen a reflexionar sobre su sentido haciendo nuevas preguntas.

En “Una noche de libertad. La Hagadá Latina para la familia”, hay una cita del Rabino Steven Greenberg que dice:

La clave de la exégesis judía es dar por sentado que nada es obvio. Las preguntas son la gran paradoja cultural. Desestabilizan, pero también aseguran las normas sociales. (…) Les enseñamos a los niños a preguntar “¿por qué?”, en el Seder de Pesaj, porque los tiranos son destruidos y la libertad es ganada con una buena pregunta. (Zion Mishael; Zion Noam, 2011, pág. 28)

Amos Oz y Fania Oz-Salzberger (Oz & Oz-Salzberger, 2017, pág. 20) sostienen que “los judíos aman las preguntas más que las respuestas”. En nuestro modo de educar, ellas son un incentivo intelectual para ejercitar al máximo la curiosidad y también para asegurar la transmisión. El diálogo intergeneracional es tradicional en el modelo de estudio judío; en la Yeshivá se abordan los textos en Javruta, en parejas. Estas responden a un maestro, de quien aprenden y a quien admiran. Y con quien discuten. Cada discípulo es convocado a formarse su propia opinión, aunque sea diferente de la de su maestro, y es valorado cuando ofrece una interpretación novedosa.

Dejamos planteado así, un primer nudo, el que resulta de una compleja combinación entre Din y Jesed, viejos consensos y nuevos debates. Fundamentos indiscutidos conviviendo con preguntas revitalizadoras. Un nudo que prevé espacio para jóvenes comprometidos e independientes, identificados con la comunidad que habitan y con sentido crítico para aportar a ella.

Zajor, el imperativo de la memoria.

El sentido crítico es imprescindible, además, como ejercicio de memoria. Para el pueblo judío recordar es más que una curiosidad por el pasado, es una forma de actuar. Zajor es un imperativo, la Torá nos exige que recordemos. Como explica el historiador Yosef Hayim Yerushalmi, en nuestras escrituras sagradas se nos impone con fuerza de Ley recordar ciertas cosas, e incluso olvidar otras. Pero lo singular de esa imposición, es que no se refiere tanto a los hechos en sí mismos, sino más a su significado. Porque los momentos históricos son únicos, no se repiten, en cambio su sentido puede transmitirse de generación en generación y posibilitar así la continuidad.

Si se ha de invocar el recuerdo empotrado en la piedra para que las generaciones subsecuentes lo vivan nuevamente, lo decisivo no es la piedra, sino el recuerdo transmitido por los padres. Si no hay regreso al Sinaí, entonces lo que sucedió en el Sinaí debe ser guardado en los conductos de la memoria, para aquellos que no estaban ahí ese día. (Yerushalmi, 2002, pág. 10)

Así, la memoria colectiva se presenta como un movimiento constante hacia adelante, hacia el futuro. Y como un reaseguro frente a las adversidades. Un pueblo que no olvida es capaz de reconstruirse y reinventarse. Cada jurbán (destrucción) es una oportunidad de edificar algo nuevo pero nunca partiendo de cero, sino basándonos en una cultura y una tradición que son cimiento y sustento.

Renacer del jurbán tal como renació nuestra lengua, el Ivrit, para convertirse en parte indisoluble de la identidad israelí y para reafirmar que también lo es para el pueblo judío en general. La presencia del hebreo en las aulas conecta a las escuelas judías de diversas nacionalidades de un modo único. En ocasiones en las Tfutzot, escuchamos poner en duda la “utilidad” de seguir enseñando hebreo a nuestros estudiantes, llamativas argumentaciones que lo contraponen con el inglés en una competencia de cuántas horas de enseñanza se le destinará a cada uno.

El Ivrit no es primera, segunda ni tercera lengua, no admite números. Es nuestra Sfat Am, la que es capaz de expresar de la forma más auténtica nuestra singular forma de ver y habitar el mundo. Sus vocablos son reservorio de la Ley, la fe y la milenaria sabiduría judía. “La lengua es el mundo de uno, es la conciencia, la identidad y la cultura. Es la urdimbre infinita en la que descansa lo más íntimo de la vida”. (Grossman, 2024, pág. 88)

El Ivrit es Sfat Am, la lengua de un pueblo errante que la llevó consigo adonde fue y le hizo espacio para establecerse con él cuando por fin pudo volver a su suelo. Es la Lengua de un Pueblo poniendo en palabras su memoria colectiva, escribiendo su singular texto para ser transmitido entre generaciones.

Una línea de texto, sucesión infinita

Amos Oz y Fania Oz-Salzberger le hacen honor a ese movimiento de traspaso sin fin. Un padre y una hija, una autora y un autor. Dos generaciones y un libro: “Los judíos y las palabras”. En uno de sus primeros párrafos, del cual tomamos la frase que da título a nuestro ensayo, comienzan diciendo: “La continuidad judía ha girado siempre alrededor de palabras pronunciadas y escritas, de un laberinto de interpretaciones, debates y desacuerdos (…) La nuestra no es una línea de sangre, sino una línea de texto”. (Oz & Oz-Salzberger, 2017, pág. 17)

Una línea, sucesión continua e indefinida de puntos. En estas páginas nos propusimos detenernos en algunos de esos puntos. El singular equilibrio entre Din y Jesed. La infinitud de las preguntas y los debates. La conversación. La memoria como imperativo de esperanza. El Ivrit, lengua sin número, de palabras exquisitas, descifrables e inexplicables. Un hilo invisible nos conecta, nos sostiene y nos atraviesa. Una línea de texto, un tramado de nudos que invitan a ser desatados y vueltos a atar en cada encuentro.

Bibliografía 

Arendt, H. (1954). Entre el pasado y el futuro. Península.

Grossman, D. (2024). El precio que pagamos. Penguin Random House Grupo Editorial SA.

Oz, A., & Oz-Salzberger, F. (2017). Los judíos y las palabras. Siruela.

Skliar, C. (2024, octubre 19). Cartas educativas. Escenarios educativos E3 [Entrevista de M. Goldberg]. YouTube.https://www.youtube.com/watch?v=9JjtU8DS4f8 

Sperling, D. (9 de junio de 2024). Entre el dolor y la esperanza. Después del 7/10. Milta. Revista Iberoamericana de Pensamiento, Cultura y Educación Judía, 16-17. https://revistamilta.org/entre-el-dolor-y-la-esperanza-despues-del-7-10/ 

Sucari, N. (2013). Freud y la religión monoteísta. Algunas articulaciones entre judaísmo y psicoanálisis. (Tesis de Licenciatura en Psicología, Universidad Nacional de Córdoba). Universidad Nacional de Córdoba. https://drive.google.com/file/d/1nb0_GPE1Dfr-gCIkaWESSupEorfUwVjU/view?usp=sharing 

The Jewish Agency for Israel. (2024). Hinenu. Seminario para Educadores Judíos. The Jewish Agency for Israel.

Yerushalmi, Y. H. (2002). Zajor. La historia judía y la memoria judía. Anthropos Editorial.

Zion Mishael; Zion Noam. (2011). Una noche de libertad. La Hagadá Latina para la familia. Zion Holiday Publications Inc.; Halaila Hazeh Ltd.

  1.  Rosalind Franklin (1920–1958) fue una física y cristalógrafa británica cuyo trabajo con difracción de rayos X fue decisivo para la identificación de la estructura del ADN. La llamada Fotografía 51, obtenida por ella en su laboratorio, fue compartida sin su consentimiento con James Watson y Francis Crick por Maurice Wilkins, colega de Franklin en el King’s College. Esa fotografía les permitió elaborar un modelo que da cuenta de la estructura de doble hélice del ADN. Aunque la contribución de Franklin fue científica y técnicamente superior en varios aspectos, ella no fue incluída en el Premio Nobel otorgado en 1962 a Watson, Crick y Wilkins. Su caso ha sido ampliamente documentado como un ejemplo de apropiación de trabajo científico en contextos de desigualdad de género (Maddox, 2002; Franklin & Gosling, 1953).

  2.  Tikún olam, se refiere a reparar (tikún) el mundo (olam). Es una expresión del pensamiento judío que ha tomado distintos matices desde su inclusión en el Talmud, donde implicaba normas para el mantenimiento del orden social. Hoy en día el concepto se usa también como un principio ético que promueve la justicia social, ambiental y económica. En contextos seculares, se entiende como una responsabilidad activa hacia la mejora del mundo, sin requerir una base religiosa explícita (Dorff, 2005).
  3. Lynn Margulis (1938–2011) fue una bióloga evolutiva estadounidense que desarrolló la teoría de la endosimbiosis seriada. En ella, Margulis explica que ciertas estructuras celulares (como las mitocondrias y cloroplastos) derivan de bacterias incorporadas por simbiosis a otra célula más grande. Sus trabajos fueron rechazados inicialmente por más de 15 revistas científicas antes de ser publicados en 1967. Margulis enfrentó durante años el rechazo de la comunidad científica dominante, que mantenía una visión preponderantemente competitiva de la Evolución. A pesar de la hostilidad, su trabajo fue luego validado por evidencia genética y se ha convertido en uno de los más importantes pilares de la biología moderna (Sagan, 2012; Margulis, 1998).
  4. Rita Levi-Montalcini (1909–2012) nació en Italia y se dedicó a las neurociencias. Junto con Stanley Cohen, descubrió el factor de crecimiento nervioso (NGF), fundamental para el entendimiento del desarrollo, supervivencia y plasticidad neuronal. Ganó el Premio Nobel de Medicina en 1986. Durante años tuvo que trabajar en secreto debido a las leyes raciales fascistas en Italia, y mucha de su investigación la hizo en un laboratorio clandestino e improvisado en su casa. Su concepción del trabajo científico incluía una dimensión explícita de compasión y responsabilidad ética y a lo largo de su vida defendió una visión de la ciencia comprometida con la humanidad. Fue senadora vitalicia en Italia y defensora activa de la investigación científica y los derechos humanos.
  5.  Midrash es una metodología exegética judía desarrollada principalmente en la época rabínica, que busca expandir o reinterpretar el significado de los textos bíblicos a través del análisis de lagunas, contradicciones o ambigüedades. No se trata de mera explicación literal, sino de una reelaboración activa del texto. Esta práctica no se limita a explicar lo evidente, sino a generar nuevas preguntas y sentidos. En un uso ampliado, puede describir cualquier lectura crítica que interroga lo dado y se resignifica a partir de lo marginal o lo omitido (Boyarin, 1990).
  6. Ner tamid significa luz perpetua; es una lámpara que arde continuamente en las sinagogas como símbolo de la presencia divina y de la continuidad del pacto. En la cultura judía moderna y también en contextos simbólicos seculares, representa la permanencia de la memoria, la ética y la vigilancia constante frente a la injusticia o el olvido (Bokser, 1981).
  7. Gueulá quiere decir redención, y en el judaísmo clásico alude a una liberación colectiva futura. En contextos contemporáneos y seculares, puede referirse a procesos de transformación o restitución ética que, sin ser milagrosos, implican una reparación histórica o estructural de lo humano (Heschel, 2004).

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