
Julieta Bulletich es profesora de Letras graduada de la Facultad de Humanidades y Ciencias, Universidad Nacional del Litoral. Actualmente se desempeña como directora del museo judío Hinenu y es docente de primaria y secundaria del área judaica de la escuela J. N. Bialik. También es co-fundadora del Espacio Mazal (Espacio de Acompañamiento Educativo) en Santa Fe. Ha realizado proyectos educativos y de gestión cultural en su ciudad y fue directora y coreógrafa de la Leaká Javaia.
El presente artículo tiene como propósito difundir la investigación realizada por el Dr. Marcos Curzón, publicada en el año 1999 sobre la llegada de los primeros judíos a la Santa Fe Colonial. Este trabajo resultó ser de gran motivación para un grupo de comunitarios que decidió construir un museo sobre la inmigración judía santafesina. En el año 2003 el museo abrió sus puertas, anexado al edificio del Templo, con Marcos Curzón como director. No solo se trataba de un museo sobre la inmigración, sino que también se incorporaron temáticas como cultura y tradición judía, historias de las instituciones y Shoá.
En su trabajo, Curzón relata que leyendo la novela La gesta del marrano (1991) de Marcos Aguinis, se preguntó si había existido presencia judía durante la época colonial en Santa Fe. A partir de este interrogante, comenzó a investigar en archivos y museos y llegó a la conclusión de que posiblemente muchos judíos sefaradíes apodados como “portugueses” habían llegado a Santa Fe en el periodo de Juan de Garay, momento fundacional de la ciudad.
Para poder entender cómo comenzó el recorrido que realizaron estos judíos migrantes desde Europa a Santa Fe, resulta imprescindible mencionar el año 1492, cuando son expulsados del reino de España por los Reyes católicos y un tercio de ellos emigra a Portugal.
En Portugal, muchos judíos se vieron obligados a desplazarse nuevamente dado que en el año 1497 les impusieron la conversión en dicha tierra. A partir de este mandato, algunos se convirtieron en marranos, es decir, en judíos que continuaban con su religión y costumbres en ámbitos privados, pero públicamente simulaban ser cristianos. Otros decidieron conservar su identidad y escaparon a América del sur. Finalmente, los marranos también fueron perseguidos y muchos huyeron en los barcos de expedición y/o comercio en busca de una mejor vida.
Más adelante, entre los años 1580 y 1641 aconteció la Unificación de ambos reinos ibéricos: Portugal y España. A raíz de esta, muchos judíos escaparon al Rio de la Plata y desde allí llegaron a Argentina y a Santa Fe.
(…) a partir de 1580 pero sobre todo después de que se ordenó la expulsión del Brasil, a raíz de la anexión de Portugal por Felipe II, fue una verdadera invasión. (…) los desdichados judíos portugueses abandonaron sus cálidas costas del Brasil y se refugiaron en el Río de la Plata, desde donde en forma sutil y con mucha disimulación, se difundieron por todas partes (Vigo en Curzón 2013: 4)[1].
Por otro lado, en el año 1570 se instaló el Santo Oficio en Lima con jurisdicción en toda América del Sur. Sin embargo, dada la extensión del territorio, no fue posible realizar un control exhaustivo, por esto, América se convirtió en un “lugar seguro” para los cripto judíos.
En conclusión, el recorrido que realizaron estos judíos sefaradíes fue de España a Portugal, de allí a Brasil y luego de 1573, llegaron por el Río de la Plata a Santa Fe la vieja, actual Cayastá. Los pobladores permanecieron en ese territorio hasta el año 1660 aproximadamente. Por diferentes motivos, como recurrentes inundaciones y ataques de los pueblos originarios, los colonos comenzaron a abandonar las tierras a partir de 1651 para, progresivamente, instalarse en la actual ciudad de Santa Fe.
Un documento importante que nos permite acercarnos a esta historia, data del año 1643 cuando se realiza en Santa Fe, Buenos Aires y Corrientes el registro y, en algunos casos, la expulsión de “portugueses”. Los datos que tenemos del documento son:
- En Santa Fe, habitaban 51 portugueses, lo que representaba el 25% de la población.
- La mayoría, provenía de lugares de concentración judía en Portugal.
- La 2/3 parte no tenía licencia de “pureza de sangre”, la cual era exigida para ingresar al Río de la Plata.
Después de este registro, los portugueses fueron citados nuevamente por el Cabildo para comunicarles las medidas a tomar, pero en ese momento 17 de los 51 registrados se habían fugado, desobedeciendo las órdenes del virrey. De los 33 restantes, 15 fueron expulsados a Córdoba sin explicaciones.
Todos estos datos nos permiten pensar que un alto porcentaje de “portugueses” que inmigraron a estas tierras en la época colonial podrían haber sido de origen judío; en este sentido, el historiador Manuel Cervera[2] plantea que en esa época “portugués” era sinónimo de judío.
Como prueba de la presencia judía en Santa Fe la Vieja, encontramos dos hallazgos arqueológicos descubiertos por Agustín Zapata Gollán en el año 1949 en las ruinas de Cayastá. Actualmente, dichas piezas son parte del patrimonio del Museo Etnográfico de Santa Fe y están resguardadas en su reserva. Las mismas son descriptas en los diarios de campo de Zapata Gollán como piezas pertenecientes al pueblo judío. La primera es un dije que tiene tallado un busto con un turbante muy similar a las representaciones de Maimónides.
Es un hombre barbudo, tocado con un turbante o un gorro semejante a los usados en Oriente. Esta figura en relieve está fundida en un metal, posiblemente hierro, y forma parte de una pieza ovalada de 4cm., con la cara cóncava opuesta a la figura y sobre la cual se cerraba otra pieza como si entre ellas se conservaran en un amuleto (Diario de campo de Z. Gollán).
La segunda pieza fue descripta por el Museo Etnográfico como un pinche que contiene un dibujo que simboliza a las doce tribus y – según Curzón- podría ser una de las famosas “llaves de Toledo”:
Presenta una prolongación en forma de pinche con un pequeño aro en su nacimiento que permitiría sujetar la pieza a algún otro objeto, que podría ser el vestido para llevarlo en forma de adorno. La figura del cuadrado encierra cuatro filas de tres pequeños rectángulos en relieve con una depresión en el centro de cada uno, como para el engarce de una piedra (…) Este cuadrado nos recuerda el pectoral del Sumo Sacerdote del pueblo de Israel, exactamente como dice el Éxodo, que llevaba en cada rectángulo una piedra simbolizando las doce tribus” (Diario de campo de Z. Gollán).
En síntesis, estas piezas podrían ser una prueba fehaciente de la presencia judía en Santa Fe la Vieja durante el periodo colonial.
Sin embargo, más adelante, a finales del siglo XVIII y principios del XIX la presencia judía en Santa Fe disminuyó por persecuciones, expulsiones y conversiones:
Si a principios del siglo XIX había en la Argentina uno que otro descendiente de conversos, su condición judía era tan borrosa y diluida que solo servía para corroborar la norma dominante: las provincias del Río de la Plata eran territorios vacíos de judíos (Avni 1983[3]).
Pero, lejos de ser el fin de los judíos en Argentina, en el año 1813 es abolida la Inquisición y la vida de las comunidades cambia por completo. En nuestro país, en el año 1853 se sanciona la Constitución Nacional Argentina donde se establece la libertad religiosa y se abren las puertas a la inmigración europea. A finales de la década de 1880 se produce el comienzo de una gran oleada inmigratoria y de 400 judíos que habitaban en 1800, en 1899 había 16000. La mayoría de los inmigrantes eran de origen ashkenazí;
la inmigración sefaradí, de origen latino, en cambio, fue esencialmente individual, de ahí su menor número. Primero fueron los provenientes de Marruecos, a los que siguieron los sirios de Alepo y Damasco y un pequeño número de la isla de Rodas. Marroquíes y turcos se adaptaron más fácilmente a la Argentina porque hablaban español en su país de origen (Curzón 2013:09).[4]
En el año 1889 se funda Moises Ville, la primera colonia judía de la provincia. A bordo del vapor Weser llegó un contingente de 136 familias judías, conformadas por más de 800 personas, que venían a colonizar las tierras trabajando como agricultores. Pero recién a fines de 1891 comenzó la colonización agrícola judía gracias a la iniciativa del barón de Hirsch quien fue el promotor y fundador de la JCA, Jewish Colonization Association y compró tierras para que puedan ser trabajadas y habitadas por los judíos[5].
También, en la década del ‘90 se formaron las colonias judías de Entre Ríos. Sin embargo, según Curzón, muchas familias eligieron nuestra ciudad para establecerse porque
Santa Fe, por ser la capital de la provincia, significó un lugar más de atracción para aquellos que no veían satisfechas sus expectativas en las tareas rurales. Fueron atraídos por la parte urbana y comenzaron a venir a la ciudad, y aumentaron progresivamente su número[6].
Para finalizar esta breve historización de los judíos en Santa Fe, en el año 1895, con la inauguración del primer cementerio judío de la ciudad, comenzó la vida judía institucionalizada; terminando de establecerse en 1905 con la creación de la Sociedad Unión Israelita de Socorros Mutuos, actual Kehilá de Santa Fe.
Si bien había presencia judía anterior, incluso a través de otras instituciones más chicas, el 10 de octubre de 1905 se fundó la entidad que con el correr de los años iba a ser la más importante de la ciudad en cuanto al nucleamiento de la presencia judía en la ciudad, fundamentalmente, de los judíos provenientes de Europa y de Rusia.[7]
Cuando migraban, las comunidades judías no solo transportaban sus objetos, tradiciones y cultura, sino también un modelo de organización institucional. Al llegar, tenían como objetivo el establecimiento de cuatro instituciones para el desarrollo de la vida judía: la creación de un cementerio judío (como mencionamos, el primero de Santa Fe se construyó en 1895), de una escuela en donde trasmitir el judaísmo (1906), un templo y una organización de ayuda mutua. Además, un espacio de recreación donde hacer actividades artísticas, deportivas y sociales (si bien comienza en 1905, en 1926 adquiere su espacio propio llamado Salón Sionista). Actualmente, en Santa Fe las instituciones conservan y estimulan la vida comunitaria. La última en establecerse fue nuestro museo y uno de sus objetivos es resguardar la memoria institucional y colectiva de la colectividad judía de la ciudad.
Hinenu, aquí estamos
Luego de reunir toda la información mencionada en relación con la llegada de los judíos sefaradíes -a Santa Fe colonial- y ashkenazíes -a Santa fe de la Vera Cruz-, Marcos Curzón junto con un grupo de comunitarios interesados en transmitir esta historia, se reunieron para empezar a proyectar un museo judío.
La ciudad de Santa Fe alberga un gran número de colectividades que dan a conocer su cultura una vez al año durante la Fiesta de las Colectividades, pero en la cotidianidad, la diversidad de identidades que habitan y conforman la ciudad no son visibles. Por este motivo, decidieron crear un museo en donde se resguarden objetos e historias de la comunidad judía de Santa Fe; pero también abierto a toda la ciudadanía, con el objetivo de mostrar que la comunidad judía fue y es parte de la construcción de la ciudad y las identidades santafesinas.
En congruencia, Curzón y su equipo deciden llamar al museo “Hinenu” que en español se traduce como “aquí estamos”. Su nombre posiciona políticamente a la comunidad judía en torno a la ciudadanía santafesina como parte de un todo, provocando una tensión en el imaginario social argentino el cual no concibe a la identidad judía dentro de la nacional. En este sentido, resulta pertinente la transmisión de la historia de los inmigrantes judíos, ya que desde esa acción el museo busca construir puentes que atraviesen los umbrales entre el “yo” y el “otro” para construir un “nosotros santafesinos- argentinos”.
Si bien, desde su fundación en el año 2003, el museo fue cambiando, nuca dejó de perseguir el objetivo que propuso su primer director:
El Museo Judío de Santa Fe Hinenu (…) tiene como objetivo principal transmitir a todos los santafesinos el aporte cotidiano de los inmigrantes judíos que llegaron a nuestra ciudad colaborando activamente en el crecimiento y enriquecimiento de esta sociedad contemporánea. Recuperando la memoria de nuestros abuelos para poder transmitir a nuestros hijos y nietos los valores de una cultura varias veces milenaria; asegurando, al mismo tiempo, la continuidad de la vida judía, manteniendo viva nuestra comunidad. (Curzón, 2013:4).
El Hinenu permaneció abierto durante muchos años, manteniendo su muestra permanente y montando esporádicamente muestras itinerantes. Anterior a la gestión actual, Alejandro Reiner ocupó la dirección del museo y fue él quien resguardó, de forma voluntaria, su continuidad hasta el año 2022.
A finales del 2023, con el cambio de gestión, realizamos un nuevo proyecto para nuestro museo con el objetivo de poder reactivarlo, ya que en los últimos años se abría solamente en ocasiones especiales. En primer lugar, nos preguntamos por nuestra misión vinculada al objetivo de Curzón. Creemos fundamental preservar el acervo y archivo del museo provenientes de familias judías locales a efectos de poder reconstruir y transmitir la historia del pueblo judío, sus costumbres, sus valores y su llegada a Santa Fe, brindando una experiencia enriquecedora a nuestros visitantes. Observamos que las instituciones no se ocupan de construir un archivo en donde se registre la vida institucional, por lo que es fundamental que el museo pueda reconstruir el pasado (re)armando- al estilo de un rompecabezas- el archivo comunitario.
Al igual que varios museos del mundo (Kohn, 2022:82), el Hinenu surgió como un espacio para preservar la memoria y la historia comunitaria. Se encuentra emplazado en el mismo edificio que el Templo -Agudas Ajim-, que fue el que le otorgó un marco institucional; actualmente el museo funciona dentro del área de Culto.
Por otro lado, en relación con la visión del museo, concebimos a la discriminación en sus múltiples formas –racismo, xenofobia, aporofobia, homofobia, etc.- como unos de los problemas estructurales que caracterizan a la sociedad argentina. En este sentido, el museo nos parece un dispositivo con potencial para poder trabajar estos temas y aportar desde la comunidad judía de Santa Fe nuestro grano de arena para una sociedad mejor y más justa que conozca, respete, acepte y se nutra de la diversidad cultural. Particularmente el antisemitismo se vio acrecentado en Argentina – y en el mundo- luego de la masacre del 7 de octubre; en consecuencia, creemos fundamental abrir las puertas de nuestro museo dado que sostenemos que, a partir del diálogo que supone, se habilita un espacio para desterrar mitos y supuestos sobre la comunidad judía.
Por estos motivos, la visión del museo propone fortalecer lazos entre las personas comunitarias y sus raíces judías e invitar a toda la ciudadanía a reflexionar sobre la diversidad cultural- religiosa argentina y los derechos humanos, fomentando el diálogo para promover la tolerancia y la paz, atrayendo y conmoviendo a un amplio número de visitantes.
Para poder llevar a cabo nuestra misión, visión y objetivos, contamos con una muestra permanente compuesta por tres grandes ejes. En primer lugar, parte de lo que mencionamos al comienzo, la historia de la inmigración de los judíos ashkenazíes y sefaradíes; aquí pretendemos contar cómo era la vida de los judíos antes de llegar a la Argentina y cómo y por qué fue que llegaron a nuestro país y, especialmente, a Santa Fe. También relatamos a qué se dedicaban en nuestra ciudad, qué instituciones fundaron, qué aportaron, cómo era su cotidianidad, etc. El segundo eje consta del relato de algunas tradiciones y festividades judías como el casamiento, sukot, pesaj, shabat, elementos simbólicos como la torá, los tefilim, las menorot, mezuzot, etc. Por último, el tercer eje narra la historia de los pogromos y la shoá desde una mirada humanizadora y vinculada al presente. Estos tres ejes se van relacionando entre sí según el tipo de visita y de visitante.
Por otro lado, a partir de experiencias en otros museos y espacios culturales, observamos que, en general, la ciudadanía santafesina no visita frecuentemente estas instituciones. Muchas veces, la razón es por desconocimiento o porque no se sienten “aptos” para poder ir. Por eso, desde el museo propusimos un plan de acción para convocar a las visitas atendiendo a sus intereses y necesidades a efectos de que se sientan bienvenidas y motivadas a habitar estos espacios.
En primer lugar, creímos fundamental gestar un “plan de transmisión comunitario”, es decir, un proyecto educativo que involucre agentes comunitarios para la continuidad del museo. Por este motivo, comenzamos a crear junto con la escuela J. N. Bialik de Santa Fe diferentes proyectos para que los estudiantes realicen una visita al museo que esté vinculada a alguna temática que trabajen ese año en la escuela. Apuntamos a que, en unos años, la escuela tenga un proyecto por curso -desde prescolar hasta quinto año del secundario- que implique una visita anual al museo. El objetivo es que año a año los alumnos vayan conociendo el Hinenu y su colección (donde varios encontrarán objetos de sus propias familias), lo habiten y lo sientan como un lugar propio para aprender y compartir. Con este gran proyecto pretendemos que los estudiantes se apropien del espacio, acrecienten sus conocimientos sobre la cultura e historia judía, conciban la importancia fundamental de la transmisión, desarrollen su mirada estética deconstruyendo sus supuestos sobre los museos y comprendan la educación y la transmisión también como una posible salida laboral.
Por otro lado, este año inauguramos un proyecto llamado “La Shoá y las fronteras de lo humano” dirigido a escuelas de nivel medio e institutos de formación superior. En este recorrido narramos la Shoá a partir de los objetos y de microhistorias que nos permiten humanizar lo ocurrido. Muchas secundarias e institutos de Santa Fe participaron de la propuesta y se han generado excelentes debates en torno a la justicia social y la empatía, entre otros.
También participamos de la Noche de los museos con una Falsa boda en 2024 y una noche de Mitos y Leyendas del pueblo judío en 2025. Por otro lado, abrimos el museo para quien quiera conocerlo una vez al mes en el marco de una actividad llamada Museo Abierto. Por último, entre otras actividades realizadas, acompañamos trabajos de investigación tanto de investigadores, como de estudiantes de escuelas medias y universidades.
Todas estas experiencias nos dieron un indicio del potencial que guarda el museo. Por este motivo, nos proponemos seguir trabajando para poder crecer año a año. Felizmente la comunidad santafesina frecuenta cada vez más estos espacios, sin embargo, es necesario seguir trabajando para motivar a más personas a que se sientan parte y a que puedan disfrutar de la cultura que nos brinda nuestra ciudad.
En conclusión, comenzamos narrando sobre la investigación que motivó la creación del museo. Luego, reflexionamos sobre la importancia de poder contar esta historia y cómo se está repensando el museo para hacerlo. Finalmente, relatamos algunas acciones realizadas que apuntan tanto a transmitir el contenido del museo como a habilitar a la ciudadanía santafecina a que pueda disfrutar de la cultura. Deseamos poder realizar todos los proyectos que nos propusimos para que el museo pueda abrir sus puertas con mayor frecuencia año a año y agradecemos estos espacios que nos permiten conocer, compartir, aprender y, fundamentalmente, construir en red.


[1] Vigo, Juan M. “Hernandarias, entre contrabandistas y judíos”. Revista Todo es historia. Nº46.
[2] Cervera Manuel. Historia de la ciudad y provincia de Santa Fe. Tomo II.
[3] Avni, Haim (1983): Argentina y la historia de la inmigración judía. AMIA. Buenos Aires, 1983.
[4] Los criptojudíos que habían llegado a América en el periodo colonial, desaparecieron como tales al cabo de dos siglos. Por lo tanto, no existe continuidad entre estos viejos judíos y los llegados a la Argentina en la era migratoria (Enrique Herszkowich: Historia de la comunidad judía argentina. Su aporte y participación en el país. Cuadernos del CES (p.76-77).
[5] Silvio Gryc. La colonia judía en la Argentina. Evolución de su estructura en sus primeras cinco décadas. JUDAICA LATINOAMERICANA. Estudios Históricos, Sociales y Culturales, Volumen X, AMILAT, Jerusalén, 2025 pp.63-80.
[6] Marcos Curzón en Rivera, Mariana “La integración judía en la comunidad santafesina” en De raíces y abuelos. Diario El Litoral. Santa Fe.
[7] Ídem nota 6.
Bibliografía
Curzón, M. (1999). Presencia judía en la ciudad de Santa Fe. Dalia Filial Santa Fe. Sabta Fe I»mpresos, 1999.
Curzón, M. (2002). «Los judíos en la ciudad» en Orígenes e identidad de los santafesinos (N.º 15). El Litoral. Santa Fe,2013.
Curzón, M. (2013). Museo Judío de Santa Fe “Hinenu” 2003-2013. Comunidad Israelita de Santa Fe. Santa Fe 2013.
Herzkowich, Enrique. «Capítulo seis: La inmigración sefaradí» en Historia de la Comunidad Judía Argentina. Su aporte y participación en el país. Cuadernos del CES.
Junco, G., & Ladman, A. (2013). La comunidad judía en Santa Fe. Museo Hinenu. En Primeras Jornadas Entrerrianas sobre Inmigración. Concordia,2013.
Kohn, T. (2002). Museos judíos latinoamericanos. En III Jornada Internacional de Museología y Gestión de Museos. Asociación Internacional para la Protección del Patrimonio Cultural. Buenos Aires, 16 de septiembre 2022.
Rivera, Mariana Integración judía a la comunidad santafesina. De Raíces y Abuelos, Diario EL Litora, Santa fe 2005. https://www.ellitoral.com/index.php/diarios/2005/06/04/nosotros/NOS-10.html (última consulta 25/7/2025)
Muestra itinerante del Museo Etnográfico y Colonial Juan de Garay: “Presencia judía en Santa Fe”. Ideada y escrita por Rosa García y diseñana por Marin Ledesma .
Muy interesante.