Genocidio – The power of words

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Gerardo Abramovich (Rosario, Argentina)

gerardo

Sobre el autor: 

Gerardo Abramovich:  Argentino, miembro de la comunidad judía de Rosario, ciudad en la que reside desde hace 18 años. Dedicado al agro. Estudió Relaciones Internacionales y Filosofía. En sus palabras: “El 7 de octubre del 2023 no fue un día más en mi vida. Comprendí que la historia empezaba a cambiar, lamentablemente la indiferencia de muchos dirigentes e instituciones que no estaban preparadas para semejante atrocidad hizo aparecer a muchas personas que en forma espontánea salieron a la calle a reclamar y aclarar lo que estaba pasando.  Todavía queda mucho por hacer y los desafíos son muy grandes”.

Detrás de cada palabra se esconde una multiplicidad de significados, esto hace a la riqueza de nuestro lenguaje. En los años 60, el filósofo británico J.L. Austin introdujo en su teoría de los actos de habla el concepto de «enunciados performativos1«.
Algo es performativo cuando no solo comunica información, sino que también realiza o produce una acción al ser expresado. Ciertos actos, gestos o expresiones no solo pueden describir una realidad, sino que también participan en la construcción y/o transformación de esa realidad social.
Si una palabra encierra tanto poder, parecería pertinente en un trabajo escrito definir de antemano los términos a utilizar. Sin tantas ambiciones, copiar el método de la “Ética demostrada según el orden geométrico” de Baruj Spinoza, donde el autor previamente define cada palabra utilizada: “…entendiendo por esto, tal o cual cosa…”
En el siguiente escrito trabajaré con la palabra genocidio. Un análisis crítico desde otro punto de vista.
El objetivo es dejar planteado un interrogante que aparecerá en la última línea del trabajo.


Genocidio, la historia de un pueblo,
Genocidio, la historia de varios pueblos.
Genocidio, el comienzo de la era moderna.
Genocidio, maldito anacronismo.


Introducción

Cuando un grupo social —por lo general minoritario y muchas veces discriminado—, no cuenta con los recursos apropiados para hacer comprensibles sus experiencias sociales, falta de conceptos, o conceptos inadecuados —palabras que no encajan bien para interpretar y transmitir las experiencias—, nos encontramos ante una marginación hermenéutica. Una injusticia epistémica2.
La palabra «genocidio» fue acuñada en 1944 por el abogado polaco de origen judío Raphael Lemkin, combinando las palabras griegas genos que significa raza y el sufijo latino cidio que significa matar.
Él creó el término para describir los crímenes de exterminio masivo de grupos humanos, particularmente al referirse a las atrocidades cometidas por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, aunque también se inspiró en el genocidio armenio de 1915. Su objetivo era tener un término legal para definir y juzgar actos de exterminio planificados y sistemáticos contra grupos étnicos, nacionales, raciales o religiosos.
En 1948 la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, convirtiendo el término en un concepto jurídico internacionalmente reconocido como «cualquiera de los actos cometidos con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, como tal.”
El Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional (1998) pone énfasis en la intención específica que “para que un acto sea considerado genocidio, debe haber una intención específica de destruir a un grupo particular como tal. El propósito detrás de esos actos es la aniquilación de un grupo basado en su nacionalidad, etnia, raza o religión”.


Víctimas — Vencidos.
Melancolía de izquierda


Los conceptos de víctima y vencido se interpretan de manera muy compleja, volviéndose altamente simbólicos y políticos. La diferencia entre una víctima y un vencido radica en la perspectiva desde la que se observa la experiencia de sufrimiento o derrota, así como en el contexto de la responsabilidad.
La palabra víctima implica que una persona ha sufrido un daño causado por un agente externo o por una situación fuera de su control. Ser una víctima implica haber estado en una posición de vulnerabilidad frente a algo que le ha causado dolor, injusticia o pérdida.
Un vencido sugiere alguien que ha sido derrotado en una lucha o conflicto, pero que ha participado activamente en ese proceso. La derrota es el resultado de un enfrentamiento en el que se pudo haber ejercido cierto control o tomado decisiones, aunque finalmente se haya perdido.
La distinción entre víctima y vencido muchas veces queda poco clara y es por eso que estos conceptos pueden y suelen ser utilizados para construir narrativas, buscar apoyos internacionales y legitimar posturas. Un ejemplo de estas interpretaciones lo podemos ver en el pensamiento de Enzo Traverso:

“El viraje de 1989 es el momento en que los cambios acumulados durante las décadas anteriores se condensan de improviso y conducen al derrumbe. El fin del comunismo introdujo nuevos tropos en nuestra conciencia histórica: la rememoración de las víctimas, reemplazó a la de los vencidos; solo quedaron los perpetradores y las víctimas. En nuestros días, los actores del pasado deben alcanzar la condición de víctimas para conquistar un lugar en la memoria pública… () …”la memoria del Holocausto ha reemplazado simbólicamente a la del antifascismo en el espacio público3”.

Existe en este párrafo una intencionalidad manifiesta de instalar un nuevo tropo sociológico, dejando poco claro cuáles son las diferencias y si es que para el autor las hay, entre la figura de los vencedores y los victimarios.
Entiendo por victimario, a aquel que lleva a cabo acciones de violencia, injusticia o abuso, ya sea de forma directa o indirecta y por lo general, lo hace desde una posición de poder, control o ventaja sobre la víctima, provocando un daño consciente a su víctima.
Un vencedor es alguien que triunfa en un contexto de disputas o conflictos, pudiendo causar daño y sufrimiento. La clave está en que ser vencedor no implica ser victimario, ya que un triunfo puede darse de manera ética, mientras que el rol de victimario siempre conlleva una transgresión moral o ética. Un victimario no se enfrenta con un vencido.
Existe en gran parte de la sociedad una melancolía de izquierda bien graficada por el autor:

“La historia del socialismo es una constelación de derrotas que lo alimentaron durante casi dos siglos. En vez de destruir sus ideas y aspiraciones, las consolidaron y legitimaron. La caída luego de un combate bien librado da dignidad a los vencidos y puede llegar a ser un motivo de orgullo.4


Y un intento de equiparar víctimas con vencidos, que pueden distorsionar la realidad:

“Las víctimas de la violencia y el genocidio ocupan el escenario de la memoria pública, en tanto que las experiencias revolucionarias asedian nuestras representaciones del siglo XX como espectros «larvales». Sus actores vencidos yacen a la espera de la redención5.”

 

Persecución, exterminio y diáspora

Un pueblo con historia, idioma, costumbre y religión propia. Testimonios arqueológicos que dan cuenta de una existencia milenaria. Una ubicación geográfica central en la historia de la humanidad por la importancia de sus rutas tanto comerciales como religiosas. Una historia de sometimientos y abusos, persecuciones y expulsiones que forzaron migraciones masivas, pero sin quebrar la identificación con sus orígenes. Una identificación geográfica con un pedazo de tierra no mayor a 30.000 km2 y una población actual de apenas unos millones de habitantes, que no llegan a representar el 0,2% de la población mundial.
Un pueblo que vivió (murió) en el siglo XX, millones de seres humanos apilados en fosas comunes o volando como cenizas por el aire; mientras el mundo miraba para otro lado. No hubo lucha, no hubo diferencias ideológicas, no hubo guerra, no hubo vencidos. Solo hubo odio racial. Solo hubo matanza. Solo hubo millones de víctimas.
Bajo esta historia podemos leer pueblo armenio o pueblo judío; casi no hay diferencias. Un pasado muy similar tristemente coronado con un genocidio.
Y un presente que más allá de sus gobernantes sigue siendo desafiante. Geográficamente con hipótesis de conflicto permanentes, con una población dividida entre la Nación y la diáspora, y el desafío permanente de la lucha por el negacionismo, o el no reconocimiento de los millones de hermanos asesinados en el genocidio.

Opinión

Los conflictos actuales —viejos conflictos sin resolver— y los nuevos desafíos del XXI marcan la agenda internacional y nos muestran hoy en día la vulnerabilidad del sistema y la legitimidad de los organismos internacionales.
Quizás estemos en presencia de nuevas injusticias, también epistémicas, y todavía no contemos con las palabras adecuadas para analizar y exigir soluciones a viejas y nuevas demandas.
Es por eso que creo pertinente terminar el trabajo con una interrogante.
Interrogante en memoria de los más de 1.5 millones de armenios asesinados por el (actual) viejo imperio turco, los más de 6 millones de judíos exterminados por el nazismo, y los millones sin futuro que costó la conquista de América.
¿Genocidio?
En las guerras actuales, donde los motivos siempre sobran; conflictos territoriales, disputas culturales, diferencias políticas y/o religiosas. Y donde las consecuencias siempre son terribles, sea cual sea el motivo de la disputa: muerte de inocentes, refugiados desplazados y muchísimas otras tantas desgracias.
¿Caen todas estas atrocidades bajo la definición de genocidio?
Durante el tiempo que ocupé para escribir este artículo, sucedieron acontecimientos que van cambiando el mapa político de medio oriente. La caída del régimen de Bashar Al-Assad, quizás el último aliado del régimen iraní, abre un interrogante sobre el futuro tanto político como militar de medio oriente. Los centenares de miles de asesinados (más de 300.000 sirios) en los últimos años, las imágenes que están saliendo a la luz de campos de prisioneros y torturas, deberían también llevarnos a preguntar si estamos ante un acto genocida. Otro tanto con las imágenes que la prensa internacional muestra de Gaza.
Personalmente, creo que la palabra Genocidio es inaplicable, maliciosa y muy desafortunada.
No me cabe duda de que el pueblo palestino, al igual que el pueblo sirio, los libaneses y los habitantes de las mayorías de los países islámicos, son víctimas de sus propios líderes.
Israel es una democracia que vive en paz y su sistema político demuestra día a día que no tiene intención de acabar con ninguna minoría civil. El 20% de su población está compuesta por drusos, cristianos, musulmanes y otros grupos que tienen los mismos derechos y obligaciones que el 80% restante que profesa la fe judía. Médicos, profesores, políticos, jueces, policías, soldados y demás profesiones que no distinguen la religión.
Genocidio bajo ningún punto de vista puede ser considerado como definición del accionar israelí de defensa. Como hice referencia anteriormente “para que un acto sea considerado genocidio, debe haber una intención específica de destruir a un grupo particular como tal. El propósito detrás de esos actos es la aniquilación de un grupo basado en su nacionalidad, etnia, raza o religión”.
En todo caso, Israel lo que busca es derrotar al enemigo que se esconde detrás de la población civil y los utiliza como escudos humanos sometiéndolos a la peor pesadilla.
Eso no puede ser llamado genocidio. Tergiversar un término es un acto de injusticia epistémica. Se intenta confundir quién es el victimario buscando un chivo expiatorio. Una práctica bastante conocida y sufrida por el judaísmo.
No debemos olvidar que el 7 de octubre de 2023 un grupo terrorista ejecutó la peor barbarie en la historia de Israel. Las imágenes que circularon por todo el mundo fueron captadas por los mismos asesinos.
Si la injusticia epistémica es justamente la falta de un término para nombrar una situación, he aquí el problema. Por un lado, los israelíes se defienden; por el otro, los dirigentes árabes someten a su pueblo transformándose en autoritarios: algunos directamente transformados en grupos terroristas y otros indirectamente apoyándolos.
Habrá que buscar el término legal para definir la situación y condenar a los reales culpables.
¿Los organismos internacionales estarán a la altura de las circunstancias?

 

Bibliografía

FRICKER, Miranda. (2007). Injusticia epistémica. Ed. Herder Barcelona.

TRAVERSO, Enzo (2019). Melancolía de izquierda, después de las utopías. Ed. Galaxia Gutenberg. S.L. Barcelona.

ZAYAS, Alfred. “Armenian genocide”

  1.  Austin. J.L. Como hacer cosas con palabras 1962

  2. Miranda Fricker nos trae un ejemplo histórico; el de Carmita Wood: “… nos referimos a aquello como «intimidación sexual»,» coerción sexual» o» explotación sexual» en el puesto de trabajo. Ninguno de esos nombres nos parecía del todo correcto. Buscábamos algo que recogiera un amplio abanico de conductas persistentes, sutiles y no tan sutiles. A alguien se le ocurrió «acoso». ¡Acoso sexual! Nos pusimos de acuerdo al instante. Eso es lo que era” Injusticia Epistémica 2007 Pág. 242. 

  3.  Enzo Traverso. Pág. 108

  4.  Ibis, pág. 55

  5.  Ibis, pág. 51

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