Sobre la autora:
Ethel Barylka. Directora y fundadora de la Revista Milta. Profesional en el área de la educación judía. Cursó sus estudios en la Universidad Hebrea de Jerusalén, en Filosofía y Literatura Hebrea y su Maestría en el Instituto de Judaísmo Contemporáneo de la misma universidad. Terminó sus estudios de Procuración de Justicia ante Cortes Rabínicas en las Instituciones de Or Torá Stone en Jerusalén. Es profesora en el Centro Melton de Educación Judía de la Universidad Hebrea de Jerusalén y del Centro Académico Hertzog. Fue coordinadora y directora de diversos proyectos educativos en el ámbito judío latinoamericano. En varias oportunidades realizó tareas educacionales en México, Brasil, Uruguay, Chile, Argentina y España; y fue docente en diferentes instituciones académicas de Israel. Creadora y directora del proyecto «Mujer y Judaísmo» – www.mujeryjudaismo.com. Es autora de: Judaísmo en Femenino (2018), Apuntes sobre la identidad judía postmoderna (2002) y El desafío de la Realización – Historia del Hanoar Hatzioni (1989).

Hablar de feminismo y judaísmo supone una tensión entre dos visiones de mundo aparentemente contradictorias. Algunos ven esa disonancia como imposible de ser resuelta. La perspectiva que quiero proponer es que hay una posibilidad de transitar esta tensión y convertirla en una tracción creativa que permita la aparición de nuevos paradigmas.
Plantear la equidad de género desde la perspectiva judía implica un profundo compromiso con la tradición judaica; un deseo por permanecer en ella y, al mismo tiempo, un trabajo e interés en buscar nuevos modelos que, sin quebrar con el pasado, permitan vivir el presente y proyectarnos hacia el futuro.
El movimiento feminista judío ortodoxo se manifestó en diversas esferas y ámbitos, siendo el fundamental el del acceso de la mujer al estudio judaico de alto nivel.
El estudio como elemento central de la civilización judía tiene sus raíces en el mandato «le enseñaras a tus hijos2«, y la figura del Talmid Jajam, el erudito, textualmente «Alumno Sabio» como ideal de la cultura judía es concluyente y decisiva; es el estado de estudio permanente, continuo, de por vida.
El ideal del estudio enroló a los sobresalientes y a sus mejores fuerzas. La falta de soberanía nacional y la dispersión de los judíos por el mundo condujeron al desarrollo de ciertas ocupaciones y a la sofisticación ilimitada del mundo del estudio. Con el tiempo se produjo la idealización de una figura de hombre alejada de la visión de masculinidad del entorno. La valía no estaba en la fuerza sino en el espíritu que debía ser moldeado al fuego de las palabras y de las pequeñas letras de las páginas de los textos. La mujer quedó situada fuera de la esfera del estudio y el conocimiento. El saber fue una prerrogativa masculina, a la cual las mujeres pudieron acceder recién en el siglo XX, con dificultad y limitaciones.
El Talmud es una creación que refleja el sentir y el pensar de lo humano desde un prisma polifacético y diverso, pero siempre masculino. La mujer que aparece en sus páginas lo hace a través de la óptica de los hombres.
En los últimos 50 años la mujer judía observante superó los límites e ingresó al conocimiento. Este desarrollo implicó un cambio en la mirada: desde el reflote de temas callados como la violencia familiar y los causales de divorcio, pasando por la búsqueda de la inclusión de la experiencia femenina en el área litúrgica, sinagogal… y hasta un redescubrir de las facetas femeninas de la divinidad.
Para comprender este fenómeno y su importancia, debemos tener en cuenta una serie de aspectos fundamentales en cuanto a la naturaleza del judaísmo:
- El judaísmo – en todas sus denominaciones – considera la Torá como el sustrato básico del todo el andamiaje posterior. La Torá como texto canónico se encuentra en el centro de la cultura judía histórica.
- La Torá es eterna. De aquí que deba dar respuestas, por un lado, a cada generación; y, por el otro, que sea inmutable en su letra –no así, como veremos, en su interpretación–.
- La Torá como sistema normativo, moral y social básico no puede estar reñido con la ética. Dios no puede ser antiético. Por tanto, si encontramos disonancias en este sentido debemos indagar hasta encontrar las respuestas que no siempre son visibles a flor de página.
- La vida judía no se rige por el sentido literal de la Torá Escrita sino por la Torá Oral, la transmisión interpretativa de la Torá, su hermenéutica y su exégesis. Nuestro diálogo no es con el texto de la Torá «desnudo», sino revestido con los ropajes de la creación rabínica posterior; desde ese momento y hasta nuestros días. La Torá tiene diferentes niveles de interpretación. «70 rostros» tiene la Torá según una famosa expresión talmúdica (Ver: Talmud de Babilonia: Shabat, 88b).
- El judaísmo presenta un decir variado y dinámico. Conforme a la tradición, todos los miembros del pueblo, hombres y mujeres, estuvieron presentes en la Revelación y Recepción de la Ley en el Monte Sinaí, oyeron la Voz y fueron y son partícipes de su transmisión. Por lo que, aún en el seno del “judaísmo tradicional”, nos encontramos con diferentes enfoques y no podemos referirnos al judaísmo como a un cuerpo monolítico. La riqueza y particularidad del pensamiento y la tradición judía derivan de su pluralidad y su dinamismo, simbólicamente representada en la «javruta talmúdica» – la pareja de estudio. El disenso, la discordia, desavenencia y discrepancia le concede vitalidad y sentido dialéctico. El estatismo es la muerte. El diálogo con el otro vivifica, el encierro en uno extingue su vitalidad.
- La relación del Hombre con Dios es directa. Todos los hombres y mujeres están o pueden estar en contacto directo con Dios, sin necesidad de intermediarios. Se trata de un vínculo dialogal directo.
- La Torá con sus mandamientos y enseñanzas tienen una finalidad. Las normas fueron otorgadas al pueblo no como un formalismo, sino como el camino que conduce a un objetivo superior, un telos, que se vincula con la visión mesiánica del judaísmo y con la misión del hombre como parte de este trabajo de Creación.
Todo este sistema jurídico-teológico presupone el libre albedrío humano. La elección de cuál será la actitud hacia la normatividad depende de los seres humanos. En palabras del Talmud: «todo está en manos del Cielo, menos el temor del Cielo» (Talmud de Babilonia, Berajot 33b). La posición frente a Dios y sus mandatos es electiva.
Teniendo en consideración lo enunciado, proponemos intentar resolver la tensión entre el pensamiento judío tradicional y la reivindicación básica de los derechos de la mujer a un espacio propio. Basándose en esta mirada podemos encontrar el camino hacia una mayor inclusión de la mujer e incluso hablar de equidad. Para ello debemos reconocer aquellos lugares que presentan obstáculos que hay que desarticular, si tenemos la valentía y la sinceridad suficientes de hacerlo sin temor. Por tanto, el desafío de las mujeres observantes judías implica la revisión del sistema halájico-normativo, la redefinición de la visión de la divinidad y la inclusión de la mujer en esta experiencia vital y espiritual a la vez.
La historia del pueblo judío ha estado signada por los largos siglos de exilio, en los que vivió sobre el territorio de sus textos y al ritmo de su calendario.
Excluida de los textos y de la Casa de Estudio, la mujer fue la responsable del tiempo judío en el seno del hogar. La mujer marca el ritmo judío, las semanas y las fiestas; y, fundamentalmente, la vida íntima de la pareja (pautada por las normas de la pureza ritual marital).
La “Mujer es la Casa” –bait–, nos dice el Talmud en más de una oportunidad. El hombre es responsable del conocimiento y de la erudición, y la mujer de la vida. La diferenciación de ámbitos era clara: la mujer adentro, el hombre fuera.
El judaísmo se re-crea a través del estudio y la práctica, manteniendo viva su memoria al regresar al pasado una y otra vez, pero siempre con la mirada puesta en el futuro, anclado en el ideal de la Redención. Por ello, “los eventos centrales del pasado judío no son simple memoria, sino memoria viviente y activa que continúa modelando la identidad judía y la auto-percepción. En el judaísmo la memoria no es un don sino una obligación religiosa que recae sobre ambos: Dios e Israel” (Plaskow, 1990). Pero la memoria judía no es historiográfica sino midráshica, interpretativa, exegética; y es a través de ella que va gestando y definiendo el judaísmo en su devenir, así como el discurso de género y el lugar de la mujer. Así las historias que todos conocemos van formando identidad y marcando una visión de género. Es Abraham quien rompe los ídolos. Es Abraham quien se dirige a la Tierra Prometida… Las historias que elegimos contar y perpetuar son las que nos forman. Y la historia del Génesis que es una gran historia de parejas ha sido contada como una historia de hombres que tienen mujeres… La memoria es viviente, igual que Dios es viviente (Ver: Talmud de Babilonia Eruvin 13b), y de alguna manera esto marca y determina.
- ¿Dónde estamos hoy?
El logro fundamental del feminismo judío fue el acceso al estudio judío tradicional de alto nivel, que hoy es conquistado diariamente por miles de mujeres después de siglos de exclusión. El conocimiento tradicional no refiere sólo a los contenidos, que bien pueden ser objeto de estudio académico, sino también a las formas y metodologías tradicionales del estudio tal como son conocidas en el mundo rabínico.
Esbocemos brevemente este proceso y sus consecuencias en tres ámbitos fundamentales:
- La incursión en el texto bíblico y su interpretación.
- La penetración en el ámbito jurídico-halájico, y sus derivados operativos.
- La ampliación del ámbito ritual-sinagogal y espiritual.
- La incursión en el texto bíblico y su interpretación
El primer momento de estudio del texto y su exégesis estuvo marcado por la búsqueda de las voces silenciadas de la mujer en los textos sagrados, fundamentalmente en la Torá y el Talmud. Como si fueran con una linterna, comenzaron a iluminarse figuras que hasta hace unas décadas estaban en el mejor de los casos en segundo plano. Destacar la presencia de Devora, de Yael, de la madre de Sansón, de las matriarcas. Madres de…, hermanas de…, hijas de…, y toda una galería de figuras cuyos nombres ni siquiera aparecían en los textos básicos. De ahí los centenares de artículos sobre Bruria, Ima Shalom, Rajel, la mujer de Rabí Akiva y algunas más que aparecen en el Talmud; acerca de las cuales, en un pasado no muy reciente, no se escribían textos ni se analizaba su presencia. Más aún, eran casi totalmente desconocidas e inexistentes.
La segunda vertiente de este mismo fenómeno es la indagación de esas voces: ¿Qué sabemos de ellas? ¿Qué dijeron? ¿Qué sintieron? Aquí los recursos fundamentales han sido el midrash y la exégesis, buscando en ellos las preguntas y las respuestas acerca de las voces femeninas, reflotando lo que ya antes otros se preguntaron acerca de esto.
Derivado de la segunda, en una etapa más tardía de la cual somos testigos hoy, se desarrolla la creación midráshica femenina actual. Ya no únicamente la exploración del pasado, sino la creación de un midrash moderno que refleja el sentir y el pensar de esta generación de mujeres. Cuando una madre judía de tiempos posteriores al Holocausto o una madre judía israelí de hoy piensa en Yitzjak (Isaac) llevado a la atadura, no hay duda de que resuena diferente; no solo mira la figura de Sara sino todo el encuadre y su connotación actual. Se trata del aporte de una visión y perspectiva femeninas que nos brindan nuevos e inéditos matices en la lectura y la interpretación de los textos judíos, así como del pensamiento y la historiografía judía en general, que desde ese marco se hace universal.
B. La penetración en el ámbito jurídico-halájico y sus derivados operativos
Lo que podríamos llamar “el segundo momento del feminismo judío” se da cuando la mujer erudita comienza a incorporarse, no sin resistencias, al ámbito del diálogo jurídico–normativo (halájico); al de la creación interpretativa en el sentido preceptivo y no sólo agádico-narrativo. Este segundo momento deriva en varias consecuencias inevitables, entre las que se encuentran el re-descubrimiento de los derechos jurídicos de la mujer y la reivindicación del derecho de la mujer a la incorporación en cargos públicos de la sociedad judía desde los que pueda influenciar en toda la sociedad. Abogadas rabínicas, asesoras halájicas (jurídicas), miembros de comités religiosos municipales y de comisiones sinagogales y mujeres ocupando funciones rabínicas. La incorporación de las Abogadas Rabínicas, hace ya más de 30 años, que pueden fungir ante la corte rabínica ha sido el primer paso en este recorrido; ampliando el espectro y sacando a la luz con valentía temas relacionados a la desigualdad en el divorcio, la necesidad de incluir el maltrato y la violencia intrafamiliar como causales de divorcio y otros; basándose en general en el reflotar de determinaciones jurídicas existentes ya en la Edad Media pero que muchas veces eran obviadas por las cortes, movidas por otra clase de intereses o visiones, o no lo suficientemente sensibles. El más interesante de ser mencionado es el causal de divorcio que habla de la mujer que no tolera al hombre, o que este le repugna, y por lo tanto puede pedir el divorcio. El Talmud discute el tema y Maimónides, siguiendo la disposición talmúdica, establecerá que la mujer que alega «no lo tolero» – recibe el divorcio inmediato «ya que no es su sierva para tener relaciones con un hombre que le repugna» (Maimónides, 1180).
El estudio de la jurisprudencia exhaustiva ha permitido encontrar antecedentes invalorables que hoy pueden aplicarse. De las abogadas pasamos a las consejeras halájicas, hoy reconocidas y valoradas en todo lo que respecta al ámbito de las normas de la intimidad de la pareja y la procreación y de ellas al nombramiento reciente de rabinas ortodoxas. Si bien este es un fenómeno reciente y no masivo, denota un cambio fundamental en el ámbito de la ortodoxia moderna y una osadía que hasta ahora no se había visto por parte de algunos líderes rabínicos. Diferentes instituciones otorgan título rabínico a mujeres o bien como «responsivas» activas frente a preguntas de doctrina y de derecho, letradas, jurisconsultas, consejeras. Y comienzan a existir rabinas ortodoxas a cargo de comunidades.
Sin caer en la idealización, podemos ser optimistas. Por lo menos, en un sector de la ortodoxia judía, el camino está marcado… Y ya hay quienes apuntan a la posibilidad de que mujeres integren las cortes rabínicas como juezas.
La autorización rabínica para el nombramiento de rabinas, aún en discusión, está basada en dos consideraciones fundamentales: la función del rabino es la enseñanza y el dictamen de la ley y no el púlpito o de conductor del rezo; por lo tanto, lo que hace al área del recato y la intervención de la mujer en el espacio físico masculino –ya que la sinagoga tiene ámbitos separados– no presenta problema. Lo segundo, la determinación normativa del Shulján Aruj en Yoré Deá 242, 14 según la cual el «sabio que llegó a la posibilidad de enseñar o determinar la ley y no lo hace está impidiendo la Torá de otros y poniendo obstáculos a muchos».
Pero la inclusión de la mujer en el debate judío no solo conlleva a los cargos públicos, sino también a la creación judía filosófica y halájica contemporánea; convirtiéndose en una formadora de opinión participativa del mundo judío con un discurso basado en el conocimiento cimentado y no solo en las tradiciones verbales transmitidas de generación en generación, con sus aciertos y con sus errores enraizados que de tanto repetirse se convirtieron en axiomas. Al mismo tiempo que produce un cambio de mirada, focalizándose en los temas contemporáneos del judaísmo por un lado y del género por el otro. ¿Qué opina la normatividad judía de los fenómenos actuales? ¿Cuál es la mirada a partir del judaísmo hacia los miembros LGTB+ de la comunidad? ¿Cómo y cuándo es posible el divorcio? ¿Cuáles son los causales que se pueden aplicar? ¿Qué sucede con las madres solteras y las familias uniparentales? ¿Por qué es importante firmar un acuerdo prematrimonial halájico? ¿Qué pasa con la planificación familiar? Son solo algunos de los ejemplos.
C. La ampliación de la experiencia ritual y espiritual femenina
Las primeras olas del feminismo judío, y en especial aquellas vinculadas a las denominaciones liberales dentro del judaísmo, reivindicaron el lugar de la mujer en la esfera litúrgica y lo hicieron muchas a veces a partir de la imitación del lugar del hombre. Una especie de calco y emulación. Si hay cantor litúrgico (jazán), tiene que haber una cantora litúrgica (jazanit). Si el hombre usa talit (manto o chal usado para el rezo), la mujer también. Si el hombre usa kipá (solideo), así también la mujer… Esta «solución» puede ser útil para algunos. Sin embargo, hoy por hoy y en el ámbito de la ortodoxia, la propuesta está más vinculada a la búsqueda de la voz y la experiencia espiritual y litúrgica específica de la mujer; no a imitar u ocupar terrenos masculinos sino a aumentar y sumar el espacio femenino. No solo que la mujer cante, sino que toda la congregación pueda incorporar una plegaria escrita por una mujer y que se vincule a un momento femenino; como mujer, como madre, como hija, como esposa. La experiencia vital de la mujer está ausente en la mayor parte de los casos. ¿Cuál debería de ser el lugar de la mujer en el Brit Milá (circuncisión) de un hijo o Zeved Habat o Simjat Bat3 de una hija? ¿Y en el Bar o Bat Mitzvá? Cuando cada Shabat pedimos por la salud de los enfermos, la liberación de los cautivos y el bienestar del Estado de Israel, ¿se sumará la plegaria por las mujeres atadas en matrimonios indeseados o por el bienestar de las mujeres maltratadas? ¿Cuál es el lugar de la mujer en la ritualidad del hogar, de la escuela, de la sinagoga? ¿Quién bendice el pan en el seno de la familia y por qué? ¿Qué se le dice a un niño que quiere encender velas de Shabat y a una niña que quiere decir Kidush (santificación del Shabat a través de la bendición del vino)? Más allá de si está permitido o no, ¿cuál es el discurso que hay detrás de la decisión y cuál la fundamentación?
La incorporación de las voces femeninas no responde solo a una necesidad espiritual de orden de la fe interna de la mujer, ni a una visión de la divinidad en el sentido abstracto. No es un mero asunto cosmético y organizativo funcional, sin duda necesario, sino un hablar y un decir a partir de la experiencia vital de la mujer.
Cuando el padre está presente en la sinagoga el día que el varón asume su compromiso de pertenencia con el judaísmo a los 13 años, bendice a Dios por haberlo liberado de la responsabilidad de las transgresiones de su hijo, ahora ya es mayor de edad. Ese texto está incluido en el devocionario. ¿Qué bendeciría la mujer? ¿Acaso está incluida su experiencia maternal? Y de hacerlo, ¿cómo sería?
La mujer bendice después del parto por haber atravesado el peligro que implica el alumbramiento. Esta bendición es la misma que dice cualquiera hombre o mujer después de un accidente, o de una intervención quirúrgica o incluso de un viaje ¿escribiría una mujer una bendición diferente aún si fuera para bendecir por la salvación del peligro que implica un nacimiento? ¿Y podría ser incorporada en los libros de oraciones?
La respuesta es compleja. Somos testigos de que comienzan a gestarse textos en ese sentido, como por ejemplo el rezo por las almas de las mujeres víctimas de feminicidio, o la bendición por la primera menstruación (Ver: Barylka, 2018). La pregunta no es solo cuándo estos textos entrarán a los devocionarios, sino más importante aún: cuándo el liderazgo rabínico masculino estará dispuesto a incluir a las mujeres, y abrirá la puerta sin que esto implique una permanente lucha por ganar espacio…
Otro aspecto que es importante mencionar es la ampliación de la participación en la vida religiosa a través de la asunción del compromiso del cumplimiento de ciertos preceptos de los cuales la mujer ha sido exceptuada por los doctores de la Ley. Así, la mujer deseosa de ampliar su experiencia religiosa y su vínculo con Dios, decide cumplir con mandatos de los cuales está exenta. Este detalle es importante. El caso más conocido es el de los tefilín -las filacterias- que recaen en la categoría de mandatos dependientes del tiempo, de los cuales la mujer está exenta. Sin embargo, tenemos registros ya en el período talmúdico y también en el medieval, de mujeres que las usaban. La exención no es prohibición sostendrá esta línea de acción, ampliando la arena de la participación religiosa dentro de la propia normatividad y encontrando sustento en prototipos del pasado.
- Los desafíos pendientes
Los grandes desafíos que aún quedan pendientes corresponden a:
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- La esfera sinagogal y ritual.
- El registro y la inclusión de la experiencia de la mujer y su vínculo con Dios.
La esfera sinagogal y ritual
En el ámbito ritual podemos señalar algunos avances en el área privada del hogar; donde las conductas se pautan entre los miembros de la pareja permitiendo, en muchos casos, una mayor inclusión de la mujer y su participación activa en ciertos rituales históricamente conducidos por los hombres como la bendición del vino, del pan o la oración de gracias después de la comida, por mencionar algunos. En ese ámbito encontramos también la mayor participación de la mujer en las ceremonias en el hogar a través de la incorporación de tópicos y personajes femeninos en los rituales familiares. Uno de los ejemplos más claros se produce en la noche del Seder de Pesaj (la Pascua Judía), en la que muchas familias incorporan hoy los relatos vinculados al Éxodo de Egipto que ponderan la participación femenina en general o la figura de Miriam.
En el área ritual, la remodelación del espacio sinagogal continúa siendo la asignatura pendiente… Se trata de repensar el espacio, primero desde la propia arquitectura, pero no solo. Para explicar esto debemos entender que, conforme a las normas, hombres y mujeres rezan separados. La separación en la actualidad se realiza con una especie de biombo o cortina cuyo tamaño y altura excede muchas veces lo que estipula la propia norma. Esto, sumado a un discurso netamente patriarcal en el ámbito de la plegaria y al hecho de que el quórum religioso sea establecido por diez hombres, hace que gran parte de las mujeres judías terminen apartándose de la sinagoga; renunciando a ese espacio en el mejor de los casos y, en el peor, alejándose del judaísmo en su totalidad. Algunas respuestas comienzan a darse en el ámbito del judaísmo normativo, pero mientras tanto la mayoría de las sinagogas van perdiendo a sus mujeres. Una cosa es separar los géneros y otra es excluir a la mujer dejándola en zonas periféricas que no son solo físicas sino también espirituales. Cuando un espacio es dividido de manera igualitaria, las cosas son diferentes. Sin embargo, no podemos eludir el hecho que esta sea tal vez el área de mayor resistencia. ¿Cómo se realiza la inclusión teniendo en cuenta la separación que estipula la norma? En ese sentido la pandemia del Covid 19 ha generado algunas experiencias interesantes: al realizarse el rezo en el ámbito familiar, o en sinagogas callejeras espontáneas, la separación –si bien existente– adquirió muchas veces mayor significado y menor rigidez al partir de los y las participantes y no de la imposición institucional.
El registro y la inclusión de la experiencia de la mujer y su vínculo con Dios
La pregunta central sería: ¿cómo podemos entender y explicar lo que se percibe como una perspectiva androcéntrica del judaísmo sin prestarnos a discursos apologéticos ni a discursos demoledores de la herencia religioso-cultural? La Torá entendida como la Palabra Revelada de Dios no puede tener sesgos de género de ningún tipo, ya que ello sería una contradicción en sí misma. Podemos intentar tres respuestas:
- Divrá torá kelashón benei adam (Ver, por ejemplo: Talmud de Babilonia Nedarim 3a, Berajot 31b, Kidushin 17b). Habló la Torá en el lenguaje de los hombres. Dios es pensado y hablado en lenguaje humano. Dios es visto metafóricamente como poseedor de características antropomórficas: «el Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo extendido» (Deut. 26:8), «los ojos del Señor tu Dios están siempre sobre ella, desde el principio hasta el fin del año» (Deut. 11:12). Esas metáforas han sido expresadas en masculino, exteriorizando la imagen de hombre-varón y de la sociedad en la cual la Torá se develó en un primer momento. Así Maimónides, en La Guía de los Perplejos (Moré Nevujim), explica: «Ya conoces la autorizada sentencia sobre las diversas clases de interpretación relativas a este asunto, a saber, que la Escritura se acomoda al lenguaje humano. Esto significa que todo cuanto los hombres pueden entender e imaginar se ha aplicado a Dios (¡exaltado sea!), el cual por tal motivo ha sido calificado con predicativos que expresan la corporeidad, para demostrar que Él (¡exaltado sea!) existe, dado que el común de los mortales únicamente es capaz de concebir a primera vista, a base de un cuerpo individual y todo lo que no sea cuerpo, ni se encuentra en Él, en su concepto no existe» (Maimónides, 1190, parte 1, capítulo 26, p. 99).
- El estudio, la interpretación y la transmisión fueron una prerrogativa masculina en todas las culturas. Por medio del lenguaje se transmiten la visión, las imágenes, los anhelos y pensamientos de quienes estudiaron e interpretaron.
- La Revelación no es un acto único y finalizado en la historia, sino un acto que se sucede día a día, hombre a hombre, mujer a mujer; por eso la bendición diaria de la Torá dice: «Bendito eres Tú, nuestro Dios, rey del universo, que das la Torá» –Noten Hatorá–. No en pasado, ‘que diste’ –Natán–, sino en presente. En una especie de Revelación Permanente. En el aquí y el ahora. En este aquí y ahora donde también las mujeres son parte sumando una voz a una interpretación que es vital y eterna. Sumando, agregando un ropaje más, una nueva capa a la cebolla, en lo que algunos teólogos y teólogas llamaron la Revelación Acumulativa. (Ver: Tamar Ross, Expanding the Torah Palace).
- Conclusiones
El feminismo judío ha logrado ingresar a la mujer al mundo del conocimiento. Sin embargo, la mujer no era ignorante: traía consigo un profundo conocimiento de siglos que, de manera intuitiva, sirvió a la continuidad del pueblo. Al entrar al mundo del saber teórico se ha ganado un mundo, pero también se abren riesgos; sobre todo en lo relativo al ámbito de la fe. Sin embargo, es mejor el riesgo de un descreído al de un ignorante.
La incorporación de la mujer al diálogo del judaísmo es parte de la reivindicación permanente del judaísmo por la justicia social, que representa el estadio histórico contemporáneo en el cual hombres y mujeres bregan juntos por un mundo mejor basado en las enseñanzas eternas de los profetas de Israel.
Bibliografía
Adler, R. (1999). Engendering Judaism, an Inclusive Theology and Ethics. Boston, United States of America: Beacon Press.
Barylka, E. (2018). Judaísmo en Femenino. Madrid, España: Editorial Nagrela.
Hauptman, J. (2005). Rereading the Rabbis – A Woman’s Voice. Boulder, CO, Westview Press, 1998.
Lavie, A. (2005). Tefillat Nashim: Jewish Women’s Prayers throughout the Ages. Israel Tel Aviv, Yedioth Ahronoth.
Maimónides (1983). Guía de perplejos. David Gonzalo Maeso. Madrid, España: Editora Nacional.
Plaskow, J. (1990). Standing again in Sinai, Judaism from a Feminist Perspective. New York, United States of America: HarperCollins Publisher
Ross, T.(2007). Armon Hatora Memaal La-Al Ortodoxia Ufeminism (Expanding the Palace of Torah – Orthodoxy and Feminism). Israel, Tel Aviv: Am Oved/Alma.
- Adaptado de: Barylka, E. (2024). Feminismo y judaísmo en Feminismo(s) Historia y Retos Actuales. España, Universidad Nacional de Educación a Distancia.
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Devarim (Deut.) 6:7
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Zebed Habat o Simjat Bat es la ceremonia festiva en la cual se otorga el nombre a las niñas recién nacidas. No posee el valor mandatario que posee la circuncisión, sino que se trata de una tradición.