Editorial

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Producir y publicar una revista como Milta en un mundo que plantea la globalización como ideal y como realidad puede parecer paradójico.

La conexión cada vez mayor entre distintas regiones del mundo, impulsada por avances en tecnología, comunicación e intercambio comercial, ha traído consigo una estandarización cultural que ha modificado la forma en que las personas perciben y viven sus tradiciones, valores y creencias. Este fenómeno plantea cuestiones importantes sobre la diversidad cultural, la identidad individual y la colectiva.

La antigua discusión entre el judaísmo universalista y el particularista adquiere una nueva dimensión, especialmente en el contexto de los eventos recientes como la guerra de Simjat Torá que estamos atravesando en el último año y medio. Esta situación ha puesto de relieve tanto las debilidades como las fortalezas de esta tensión.

Somos, sin duda, parte del mundo; pero también somos quienes somos y quienes queremos seguir siendo. Ser parte del mundo, haciéndolo desde nuestra propia mirada y perspectiva, es una manera de resistir la estandarización cultural al tiempo que reivindicamos nuestro camino individual, lo conocemos y lo hacemos propio.  

Milta, a través de sus artículos de autores independientes y diversos, intenta ayudar a articular el prisma judío a través del cual queremos observar el mundo, incluirnos en él y aportar para la construcción de una sociedad humanamente mejor.

La estandarización de la cultura como proceso mediante el cual se homogenizan patrones culturales, valores, comportamientos y normas intentando convencer que “si es de todos es mejor”, puede resultar atractiva por su comodidad. A medida que las influencias externas se vuelven más accesibles y omnipresentes, las tradiciones locales y costumbres particulares tienden a diluirse o adaptarse para ajustarse a los estándares culturales dominantes.

Esto puede resultar en la pérdida de la diversidad cultural y en la aparición de una cultura globalizada que privilegia ciertos valores y formas de expresión por encima de otros, conllevando a la pérdida de lo propio y particular.

La particularidad del judaísmo ha sido y es su universalismo, en cuanto a que su mirada está puesta en el hombre y en el mundo. Aquí y ahora es donde tenemos que intervenir.  

En pocos días estaremos sentados a la mesa del Seder, reviviendo nuestra memoria nacional y particular que nos trae el mayor de los mensajes universales: el ser humano es libre y no hay compromiso posible con esa libertad. 

Ethel Barylka (Israel)
Directora

Sobre la autora:  Directora y fundadora de la Revista Milta. Profesional en el área de la educación judía. Cursó sus estudios en la Universidad Hebrea de Jerusalén, en Filosofía y Literatura Hebrea y su Maestría en el Instituto de Judaísmo Contemporáneo de la misma universidad. Terminó sus estudios de Procuración de Justicia ante Cortes Rabínicas en las Instituciones de Or Torá Stone en Jerusalén. Es profesora en el Centro Melton de Educación Judía de la Universidad Hebrea de Jerusalén y del Centro Académico Herzog. Fue coordinadora y directora de diversos proyectos educativos en el ámbito judío latinoamericano. En varias oportunidades realizó tareas educacionales en México, Brasil, Uruguay, Chile, Argentina y España; y fue docente en diferentes instituciones académicas de Israel. Creadora y directora del proyecto «Mujer y Judaísmo» – www.mujeryjudaismo.com. Es autora de: Judaísmo en Femenino (2018), Apuntes sobre la identidad judía postmoderna (2002) y El desafío de la Realización – Historia del Hanoar Hatzioni (1989). 

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