Conversación abierta entre un catalán que quiere ser un poco judío, y un judío que quiere ser un poco catalán.
Mario Izcovich (Barcelona, España)

Sobre el autor:
Psicólogo y psicoanalista. Miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. Nacido en Buenos Aires, reside en Barcelona desde el año 1991. Es autor de los libros: Tiempo de transformación (Ed. Síntesis) y Ser padres, ser hijos, los desafíos de la adolescencia. Fue director de programas europeos del Joint y director de Leatid Europa.
www.marioizcovich.com
Presento a continuación un intercambio “epistolar” mantenido con Miquel Bassols (seudónimo J. V. Marcabrú), catalán y figura relevante del psicoanálisis lacaniano. Fue presidente de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP).
Yo soy argentino y judío, y vivo en Cataluña desde hace 33 años. Soy miembro de la AMP y fui director de la Biblioteca del Campo Freudiano de Barcelona (ELP), fundada por Oscar Massota1.
Este intercambio es, a la vez, una reflexión sobre las similitudes, conexiones y diferencias entre lo catalán y lo judío, así como del concepto de identidad.
El contexto estuvo determinado por un movimiento en Cataluña a favor de la independencia conocido como “Procès”, que llegó a tener un poco más del 48% de aceptación en las encuestas y tuvo un momento culminante el 1 de octubre de 2017, en un plebiscito no reconocido por el gobierno español que acabó con una gran represión y con una declaración simbólica de independencia.
Para muchos miembros de este movimiento, el judaísmo, y especialmente el sionismo, son una fuente de inspiración.
Jacques Lacan señaló: “La identificación es lo que se cristaliza en una identidad2”. Hay algo que se cristaliza y los seres hablantes necesitamos, para sostenernos en el lenguaje, un “yo soy”, que a su vez establece un nosotros y ellos, fuente de tensión y agresividad. La identidad supone la declinación de un nosotros que incluye a cada uno que se incluye.
La identidad es un término problemático. Para el psicoanálisis, es algo puramente imaginario, que además supone ubicar al otro, con el que no se comparte esa identidad, en un lugar exterior, dando lugar a un movimiento lógico de segregación. Se define un nosotros en oposición a un ellos.
Esta tensión explica lo que los judíos hemos vivido a lo largo de nuestra historia, pero que también, bajo otras modalidades, otros pueblos lo han experimentado. Tal es el caso de los catalanes. Solo por poner un ejemplo: durante la dictadura de Franco, el catalán era una lengua que quedó fuera de los intercambios formales. En las escuelas no se la utilizaba ni se la enseñaba: se la excluía.
Esta relación entre lo judío y lo catalán cobra mucho valor después del pogromo del 7 de octubre de 2023, perpetrado por el grupo islamista Hamás. En Cataluña, como en otros países de Europa, hay una izquierda (heredera del Partido Comunista) antisionista, que se ha manifestado en varias ocasiones como judeófoba. Sin embargo, son muchos los catalanes que no solo no cuestionan la existencia del Estado de Israel, sino que lo apoyan.
Este intercambio surge a partir de una cita del psicoanalista francés Jacques Alain Miller, en la que nos recuerda la consideración de los catalanes como los judíos en España. Agradecemos a Joaquin Caretti y a Zadig3 por autorizarnos a publicar este texto aquí. Este intercambio fue publicado originalmente en el blog de Zadig España donde se puede leer en toda su extensión. He acortado, por razones obvias, un poco mis textos. El primer texto de Miquel Bassols se puede encontrar en su blog “Desescrits4”.
17 de octubre 2017
De Judíos y Catalanes –
- V. Marcabrú
“Los catalanes tienen la reputación de ser los judíos de España, pero son judíos sin chutzpah [insolencia, impertinencia]: se la han cepillado los Castellanos. En su lugar, tienen la pareja seny i rauxa, el buen sentido salpimentado con el delirio de grandeza. Por ejemplo, Ramon Llull, santo de Catalunya, apodado en su tiempo (1232-1315) Arabicus Christianus, Gaudí, y Dalí.”
Jacques-Alain Miller, “Des hyperactifs, et autres typhons”.
Lacan Quotidien nº 479, 16/02/ 20155
¡Pero bueno! ¿De dónde viene ahora este paralelismo extraño, incluso preocupante? Ya escucho la voz de algunos amigos: — ¡No nos identifiquemos ahora con la víctima! Hacer de los catalanes el chivo expiatorio, el sacrificio ofrecido a los dioses oscuros, no es lo mejor para seguir este debate. — Y, sin embargo, es un tópico muy conocido: los catalanes, judíos de España. La razón viene de lejos y hay que seguir su entramado.
Quien ha estudiado su historia lo explica como la lenta construcción de un estereotipo que empieza muy pronto, con la llegada de los judíos a la península ibérica, hacia el primer siglo de nuestra era. Manuel Forcano, especialista en historia del judaísmo y filólogo de lenguas semíticas, desarrolla en su libro Los judíos catalanes la gran influencia de la cultura judía7 en Cataluña dentro del marco de la península ibérica, para acabar explicando las razones de este estereotipo:
“Una pretendida similitud de carácter o de personalidad entre los catalanes y los judíos ha hecho nacer el estereotipo que define a los catalanes como los judíos de España […]: industriosos, trabajadores, emprendedores, comerciantes, inteligentes, astutos, pacientes, sobrios, introvertidos, con espíritu de clan y extendidos por todas partes, así también como el tópico negativo de la avaricia y la usura […] Estos estereotipos que relacionan catalanes y judíos le deben mucho a la prensa franquista que tildó al catalanismo de contubernio judeo-masónico y que con frecuencia los definía de inspiración judaica, subrayando que en tierras catalanas, muy pobladas de judíos en la Edad Media, el edicto de expulsión de los Reyes Católicos [1492] había provocado más conversiones que no expulsiones, razón por la cual Cataluña se convirtió en la región española con más población de origen judío […] No es pues extraño que la gesta colectiva del sionismo, de la restauración de la lengua hebrea y de la creación del estado de Israel sean, hoy por hoy, referentes claros de superación a los que aspiran una parte de los independentistas catalanes.6”
Es conocida por otra parte la estrecha relación que el patriarca del nacionalismo catalán en el postfranquismo, Jordi Pujol, ha tenido con el sionismo y la cultura judía, verdadera brújula de su ideario nacionalista. Seguramente esta estrecha relación no es ajena a su destino de exclusión interna, bien ganada, que ha acabado teniendo en la política catalana. La fuerza del estereotipo ha llegado incluso estos días al ridículo de tildar al gobierno catalán de la Generalitat de “brujería, sionismo y masonería”, rasgos que estarían encarnados en la persona de la mujer de su actual presidente, Marcela Topor8.
El hecho es que en Cataluña los judíos, más conversos que expulsados, más mimetizados que segregados, supieron encontrar un lugar de primer orden en la cultura y en la sociedad, de modo que la primera comunidad judía moderna del Estado español después de 1492 fue la de Barcelona. En los “calls” (barrios judíos) de Barcelona y Girona existían dos escuelas de cábala de una gran influencia en todo el mundo judío. La propia ciudad de Girona, donde el judaísmo ha tenido siempre una fuerte presencia, era conocida hasta el siglo XII como “la Madre de Israel”. A modo de ejemplo literario de este injerto translingüístico y transidentitario entre judíos y catalanes, es interesante conocer la operación que unos cánticos festivos de bodas, verdadera joya para los filólogos, supieron producir con la letra9. Se trata de unos poemas festivos, redactados como consejos a los novios, escritos con el alfabeto hebreo pero con palabras del catalán de los siglos XIV y XV, combinando palabras y frases hebreas en una mezcolanza digna del mejor Joyce. La letra es hebrea, pero leída es catalana. ¿Simple anécdota del viaje de la letra por el litoral mediterráneo más allá de las fronteras? Es un testimonio más del refugio que el judaísmo, esta voluntad de ser que ha hecho de la escritura su único país, ha encontrado en este rincón de la península ibérica.
El estereotipo sigue pues una lógica interna que va más allá de la caricatura. Otro estudioso de esta relación entre judaísmo y catalanismo, Joan Pérez i Ventanyol10, ha situado la huella de esta voluntad de ser en el pensamiento de la izquierda catalanista que ha atravesado la oscura época del el franquismo hasta hoy: “el catalanismo de izquierdas tuvo una especial atracción por los judíos […] Los judíos eran reconocidos como un ejemplo de sobrevivencia nacional a pesar del fatalismo histórico y, por eso mismo, se los asociaba con la idea de libertad. Además, se les otorgaba un componente de tenacidad colectiva que era muy atractivo para los catalanistas11.” No es menos cierto que otra parte del nacionalismo catalán se ha mirado también en el espejo del pueblo palestino, por una identificación del débil contra el poderoso, de modo que el conflicto arabo-israelí tiene también en Cataluña sus duplicidades. En todo caso, no hay que perder de vista que las relaciones diplomáticas entre el Estado español e Israel son un hecho desde el año 1986 y se han construido fundamentalmente desde Cataluña, no tanto desde el propio Estado español. España e Israel no han tenido nunca una buena relación. Esto hace también que el Estado de Israel haya manifestado públicamente su complicidad con el proyecto de construcción de un Estado catalán.
Queda la chutzpah, la chutzpah que los catalanes habrían perdido a manos de los castellanos, la chutzpah que les habría sido “cepillada” —como decía el ínclito Alfonso Guerra a propósito del Estatut de Catalunya— por el hidalgo herido en su orgullo de imperio en declive. Pero ¿qué es la chutzpah? Es una palabra del Yiddish que, según el diccionario Merriam-Webster, significa precisamente el orgullo, la suprema confianza en sí mismo, incluso la impertinencia, la insolencia, la audacia, la arrogancia. El término, tan intraducible como cualquier otro que denote una voluntad de ser, tiene siempre un tono humorístico, del humor del superyó cuando se hace tránsfuga en el sujeto —Freud dixit— ante los embates que lo convertirían en su víctima. La ironía de la chutzpah llega tan lejos como en la siguiente definición legal: ¡Alguien que ha matado a sus padres y que pide clemencia ante el juez por el hecho de ser huérfano! Esta es la chutzpah que en la jurisprudencia americana ha sido recogida del siguiente modo: “La chutzpah legal no es indeseable en todos los casos, y sin ella nuestro sistema jurídico sufriría12”.
Así pues: ¡Catalanes, pongan un poco de chutzpah en la salsa!
18 de octubre 2017
Carta a Miquel Bassols (J. V. Marcabrú)
He leído con atención tu texto “De Jueus i Catalans”, en el que pones en relación lo judío con lo catalán. Hay varios puntos en los que coincido.
Viajando por España, siempre me sorprendió el desconocimiento de lo que yo llamaría el rasgo catalán. Escuché, muchas veces, hablar de forma despectiva de “polacos” para referirse a los catalanes.
Lo primero que hice al llegar a Barcelona fue aprender catalán, y uno de mis hijos lleva un nombre catalán. Ciertas celebraciones, en las que participo encantado, me recuerdan a las celebraciones judías. Reconozco que el hecho diferencial es lo que más me une a este pueblo.
Todo esto me llevó a defender lo catalán. Cuando fui director de la Biblioteca del Campo Freudiano de Barcelona, me pareció más que evidente que nuestras comunicaciones debían ser en catalán, y así lo puse en práctica.
Sin lugar a dudas, para mí hay una forma de relacionar lo judío con lo catalán.
En efecto, creo que en tu texto interpretas algo central de lo que pasa en la actualidad. Lo que se juega en Cataluña tiene que ver con algo de la identidad, del ser.
Pero volviendo a la analogía, debo decir que, lamentablemente, en Cataluña y España se sabe poco de los judíos. Digo “lamentablemente” porque recién empezaron a haber judíos no hace muchos años. En la actualidad, en Cataluña no debe haber más de 5000 o 6000. Es un número ínfimo.
Esto hace que muchos catalanes no conozcan muy bien algo de este ser judío.
Y aquí viene la cuestión: podríamos parafrasear a Lacan cuando dice que “La mujer como significante no existe”; podríamos decir: “El judío como significante no existe”. Es decir, existe uno a uno.
¿Qué tiene que ver un judío que vive en Mea Shearim, con un judío argentino que vive en Barcelona, o con uno de origen yemenita que vive en Haifa, o con uno marroquí que vive en Paris, o con uno que vive en Nueva York en la 5ta avenida? No hay una respuesta sencilla. Jean-Claude Milner13 dice que judío es un nombre, y ahí radica la persistencia de lo judío.
De igual manera propongo preguntarnos ¿Qué es lo catalán? ¿Qué es ser catalán? ¿Es la lengua lo que une? Parece que no es suficiente.
El movimiento independentista busca homogeneizar. Y si no, ¿por qué cuando alguien opina algo diferente, un matiz, se lo considera “unionista” (en contra de la separación de España), o “fascista”? ¿Acaso no son formas de hacer uno y de segregar?
El error es, pues, tomar la parte por el todo. Y el riesgo es, vía la Jutspá, identificar a lo catalán con otra figura de lo judío: la víctima.
En cualquier caso, tu artículo habla de las afinidades de lo catalán con lo judío como un rasgo, pero reconozcamos que hay un cierto revisionismo de los historiadores en este caso. No pongo en duda que hay un lazo, pero me pregunto si no es forzar demasiado la cuestión. Encuentro cierta idealización. Una vecina me decía: “vosotros los judíos, ¡sois tan inteligentes!”
Pero no siempre fue así. Los nazis hablaron de “solución final” para tratar el tema de los judíos. Lo de “final» es porque antes se intentaron otras soluciones. Por ejemplo, en la Edad Media se echó a los judíos de Inglaterra y de Francia (además de España), se crearon los guetos (en Venecia) y otra solución fueron los pogromos. Los más famosos fueron en Ucrania en el siglo XIX.
Pero hubo uno en Barcelona en 1391 en el que, según documentos, se asesinaron a más de 300 judíos y se destruyó el Call. Y si se creó la primera comunidad judía en Barcelona (después de Ceuta y Melilla) no fue porque el ambiente lo favoreciera, sino porque aquí se reunieron suficientes judíos. Para crear una comunidad no se pide permiso. De manera que en todas partes se cuecen habas.
En los últimos años se da en Barcelona un fenómeno muy interesante: numerosos intelectuales catalanes se interesan por lo judío.
Soy testigo de que, en muchos coloquios (es una práctica frecuente), estos intelectuales hablan de los judíos portando su saber, ¡pero lo hacen en ausencia de judíos! Es algo que debo decirte que no he visto en ningún otro país. Es decir, se hace uso de lo judío excluyéndolos. Se apropian de lo judío y lo vuelven a hacer desaparecer, de una forma refinada. Es como hablar de los dinosaurios. Es decir, mantengamos a los judíos a distancia.
Otro ejemplo: el interés de cierta burguesía culta catalana por Israel los llevó a cometer un error y pensar que Israel representa a todos los judíos. El sionismo moderno es un invento del siglo XIX; los judíos nunca volvieron a tener una tierra propia desde el exilio de los romanos, cuando fueron echados de Judea y Samaria (actual Israel).
Aun existiendo como país, no es considerado la tierra de todos los judíos; hay muchos judíos que no han emigrado y muchos israelíes que se han ido.
Israel se ha convertido en un país como otros, en los que hay gente como en todos lados, como aquí, por ejemplo, que se segrega en nombre de cierto ideal.
Escuché varias veces, en relación a la posible independencia: “al que no li agradi que marxi fora” (traducción: al que no le gusta el Procès, que se vaya)
¿Hay un interés genuino en conocer qué es Israel? ¿Qué son los judíos?
Volviendo a la equivalencia imposible, hay una diferencia importante entre los judíos y los catalanes: los judíos son un pueblo global, efecto de no estar ligados a la tierra (por su historia dramática), unidos por una serie de mitos fundacionales, pero no por una lengua.
Y sobre la Jutspá, tiene que ver con el orgullo de sentirse diferente. Orgullo que hizo que este pueblo sobreviva (no hay otro pueblo que lo haya logrado con 5000 años de historia), pero a costa del precio de hacerse segregar, un terrible coste. Es la otra cara de este goce.
El psicoanálisis me ayudó a entender esto y hacer algo con ello. En ese sentido, me parece que nuestra función como analistas es, ciertamente, quitar consistencia a eso que creo que es el síntoma. Se hace difícil no pensar en las referencias que tenemos y que no nos sirvan de brújula. Freud luchó contra el totalitarismo y la guerra, Lacan criticó la idea de revolución, Miller defendió el estado de derecho.
18 de octubre de 2017
Estimado Mario Izcovich,
¡Gracias por tu carta en la que encuentro tan bien leído en mi texto! Seguramente hacía falta alguien con un rasgo judío para hacerlo y para responder a ella, alguien que se muestra también tan sensible al rasgo catalán.
Los puntos que planteas dan para una interesante conversación que espero se produzca en nuestra Comunidad. Una Conversación analítica no es una suma de monólogos, ni tampoco una apariencia de diálogo para negociar posiciones o reivindicaciones de identidades. Cuando hay una verdadera conversación hay también cambio de posiciones. Mi breve texto, apoyado en la cita de Jacques-Alain Miller, quería en efecto subrayar esta extraña conexión entre lo judío y lo catalán. También quería indicar su diferencia por lo que respecta a la jutspa [impertinencia, insolencia] que no conocía y que me parece ahora un rasgo a veces necesario para la conversación.
Tus observaciones me parecen una buena manera de abordar y tratar el “síntoma Catalunya”, de sesgo por decirlo así. Van algunas pinceladas para seguir e intentar extender la conversación.
— En primer lugar: “el hecho diferencial es el que más me une”. Es una excelente paradoja para tratar lo real en el que se funda toda estructura de grupo. El vínculo social se establecería así en y por la diferencia, no por la supuesta identificación o identidad homogénea a partir de un rasgo único y común. Es ya una diferencia importante con la masa o el grupo fundado en las formas clásicas de la identificación descritas por Freud en su texto “Psicología de las masas…” Toda la cuestión es cómo entender esta diferencia que hace vínculo. La elaboración de Lacan sobre la identificación con el sinthoma nos lleva a otra forma, heterogénea a las consideradas por Freud: identificación a lo más singular de cada sujeto, sin Otro a partir del cual diferenciarse. Tema a desarrollar.
— El aumento, insospechado hace unos años, del “independentismo en Catalunya”. Sí, las promesas del paraíso o de las Ítacas [cf. el poema de Kavafis que se ha convertido en himno del independentismo] ha hecho mucho para ello, pero ha hecho mucho más todavía la campaña decididamente anticatalana y represiva del PP, y ahora desgraciadamente apoyada por el PSOE. Alguien que tiene la certeza de que “un plato es un plato y un vaso es un vaso” (Rajoy dixit) atizará siempre el fuego para que el “plato” diga un buen día: “no soy ni quiero ser un vaso”. Precisamente, todo lo contrario de una política del sinthoma.
—“Lo judío no existe, como La Mujer”. Cuidado: La mujer, como un universal, no existe, pero lo femenino sí. Y lo femenino insiste, o no, en cada mujer, una por una. Y en cada hombre, cuando se da el caso. Aunque no haya esencia universal del ser judío, puede haber rasgos comunes que, aunque no formen un conjunto cerrado y claramente definido, insisten uno por uno en sus elementos…. Vivan donde vivan. ¿La jutspa tal vez? ¿O una relación singular con la letra, con la escritura, que modifica la relación con la palabra? Otro tema a desarrollar.
— El “victimismo”. Todo mi texto estaba hecho para intentar sacar al judío y al catalán del lugar de víctima cuando se acusa con tanta frecuencia a los dos de “victimismo”. Chiste para desenmascarar esta acusación reducida al registro imaginario: aquel hombre que apuñala a otro diciendo — “¡Es que me ha llamado asesino!”
— La “homogenización del independentismo”. Todo movimiento tiende a la homogenización de los elementos que participan en él. También sucede con el movimiento que se constituye como oposición a él. La segregación sería entonces mutua e inevitable, sin salida. Volvemos así a la lógica de los platos y los vasos que se excluyen mutuamente. Hay que cambiar de lógica: ¿Qué hay en un plato que no es plato? ¿Qué hay en un vaso que no es vaso? Esta otra lógica puede llevar a otra posición ética que permita una mesa con vasos y platos, y cucharas y tenedores también: poner a cada uno en su lugar de sujeto, de sujeto dividido ante su diferencia absoluta. De nuevo la política del sinthoma.
Por el momento, veo más cercana a esta otra lógica una posición que pretende construir “un estado no identitario” (Puigdemont dixit) que no la que sostiene “la unidad de España en lo universal”. A discutir, por supuesto, y sin espejismos.
— Aviso, porque me han pedido explicitarlo: no he sido nunca independentista. Si acaso, federalista, por la convicción de una posible construcción sostenible de las Españas. Y republicano, por simple dignidad histórica.
Seguimos…
Un saludo muy cordial,
Miquel Bassols
19 de octubre de 2017
19 de octubre de 2017
Estimado Miquel,
Efectivamente creo que es necesaria la conversación. Creo también que el hecho de que cueste dialogar tiene que ver con la contingencia del momento. Para poder hablar entre analistas, deberíamos dejar un poco de lado la pasión y salir del ruido del ambiente. Quizás necesitemos más distancia.
Me parece pertinente cuando dices:
“Aquesta altra lògica pot portar a una altra posició ètica que permeti una taula amb vasos i culleres, i forquilles també: posar a cadascú en el seu lloc de subjecte, de subjecte dividit davant la seva diferència absoluta. De nou, la política del sinthoma14”
Efectivamente, esto rompe con la lógica binaria que se nos impone estos días de independentistas vs. unionistas. Es un signo de nuestra época. Lo vemos aquí en Cataluña, en Argentina, en USA. Y creo que nuestra función como analistas es introducir esos matices.
Hay un restaurante en Barcelona llamado Semproniana que no tiene sillas, ni mesas, ni platos, ni vasos iguales. Como la vida misma.
Yo no soy ni independentista ni soy anti-independencia, pero tampoco soy equidistante. No acepto que me fuercen a ser algo. Esto no es sencillo estos días, en los que se nos fuerza a elegir por una u otra posición.
Siguiendo este hilo y pensando la cuestión del rasgo catalán, también se me hace difícil separar Cataluña de España. Hay en Cataluña algo de España; lo que pasa en la coyuntura actual es para mí muy ibérico. En un escrito en mi muro de Facebook hablo de “berlanguiano” (que no es sino una declaración de independencia que no lo es, que se posterga y que luego se firma en otra sala, pero que no queda claro qué es). Otros ejemplos nos los da la historia. He visto fotos de multitudes recibiendo a las tropas franquistas entrando por la Diagonal. Muchos catalanes no han sido ajenos al sostenimiento de cuarenta años (!) de una dictadura nacional–católica, de la cual aún sufrimos los efectos y de la que se habla muy poco.
Esto plantea algo que señalaba, que es la multiplicidad de este ser catalán. Otra manera de pensarlo sería ser catalán como una identidad y ser ciudadano de Cataluña ¿Por qué no? Hay mucha gente en Cataluña (quizás la mayoría) que no se siente interpelada por su ser catalán.
Te hago una propuesta: Dejemos de poner a Cataluña por un momento en relación a España, y pongámosla en relación a Europa.
Allí sí para mi estamos frente a algo sintomático. Algo del retorno de lo reprimido. En conversaciones que tengo con mucha gente, hay un rechazo a la Unión Europea (“podemos ser como Suiza”).
Los europeos no quieren un nuevo estado en Europa desgajado de España. Lo dijo Junker (hace años que se dice y la respuesta es la denegación) lo dice Macron y también Merkel. Lo dice cualquier persona con la que se habla por fuera de España.
Y debo decir que la razón es muy evidente. Tiene que ver con la pulsión de muerte. La segunda guerra mundial pasó hace 70 años, que es muy poco tiempo en la historia de Europa. La Unión Europea se convirtió en un espacio contra la segregación. Probablemente un imposible, un ideal.
En ese sentido no podemos desligar lo que pasa en Cataluña de lo que pasa en Hungría, Polonia, Alemania, Austria, etc. Son respuestas de lo local contra lo múltiple, contra la globalización. Evidentemente, lo que ocurre aquí no es comparable a un movimiento de extrema derecha; pero es una respuesta a la amenaza identitaria.
Aunque Puigdemont diga que no quiere un estado identitario es algo difícil de creer. Es en lo que pivota toda la idea de este nuevo estado.
Sin embargo, reconozco que, en mi posición éxtima de doble extranjeridad (como argentino y judío), que estos movimientos reaparezcan en Europa me preocupa mucho.
Hay un chiste entre los judíos: cuando en un país ocurre un cambio se suele preguntar: “¿es esto bueno para los judíos?” Sabemos que hacerse ya la pregunta, es una señal de algo serio.
Como analistas debemos recordar a Freud y estar en alerta. Quizás en mi caso, esto venga de mi posición de judío. Es decir, la de ser muy sensible a los movimientos de segregación y a la pulsión de muerte de los pueblos.
Mario Izcovich
19 de octubre de 2017
Estimado Mario,
Agradezco de veras tus mensajes, escritos a vuelapluma y en el estilo “¡Di tu palabra y rómpete!” (Nietzsche). A veces a esta Escuela le hace falta eso, especialmente a los catalanes que pasamos con frecuencia por ser demasiado prudentes. Hay algunos que piensan que decir su palabra y romperse, dividirse, quiere decir necesariamente “romper vínculos”. Yo pienso que es al revés: es diciendo su palabra, la que lo rompe a uno, que cada uno puede establecer nuevos vínculos. Sigo pues la conversación en el mismo estilo, esperando que otros se sumen a ella.
— “Poder hablar entre analistas”. A veces pienso que en realidad los analistas acaban por no saber hablar entre ellos. No debería parecernos tan extraño ya que habitualmente hablan poco, y hacen bien. De hecho, es siempre como analizantes que hablan, y que hablamos también entre nosotros.
— “La pasión”, especialmente en la política, es todo un tema. J.-A. Miller lo introdujo en unos de los Fórums: “Votar en el silencio de las pasiones”. La política debe tener en cuenta las consecuencias del acto, no sus intenciones más o menos apasionadas. Y Simone Weil —judía y agnóstica— escribía: “ si una sola pasión colectiva atrapa a todo un país, el país entero es unánime en el crimen”. Cuidado pues con las pasiones. A la vez, hay que preguntarse: ¿hay alguna política posible sin pasión? Y el propio psicoanálisis, ¿sería posible sin las pasiones del ser: el amor, el odio y la ignorancia? Mejor, en la imposibilidad de borrar toda pasión, rebajar las identificaciones, tomar distancia de ellas, y no creer que se pueden también borrar del todo. Incluso caídas (la famosa “caída de las identificaciones”) están ahí, y hay que servirse de ellas para no ser igualmente siervos de ellas. Es un tema de debate en nuestra Escuela estos días. Lo será en las próximas Jornadas de la ELP en Madrid dedicadas a este tema.
— “Semproniana”. Sí, Barcelona es siempre semproniana (de Sempronio, uno de sus cronistas más conocidos): “tants caps tants barrets” (tantas cabezas, tantos sombreros), como dice el refrán catalán, y cada uno singular en su diferencia. Nuestra Escuela debería ser también semproniana, atenta lo más posible a la singularidad de cada sujeto, a aquello que lo hace incomparable a cualquier otro. El dispositivo y la experiencia del pase —que es la base de nuestra Escuela— ¡son sempronianos!
— Los “equidistantes”. Hace días que intento conmoverlos, de hacerlos salir de una posición que me parece insostenible. Tal como se están moviendo ahora los extremos, o los platos de la balanza, los “equidistantes” están muy mareados. En este punto, distingo siempre “tomar partido”, hacer una elección política necesaria, de los “partidismos” que responden a las siglas de los partidos.
— Catalunya berlanguiana”. ¡Y sí! Totalmente de acuerdo, eso es algo que compartimos muy bien con España. De hecho, acabo de escribir hace pocos días una “Carta a un amigo de Madrid” y la he ilustrado con una escena de “Bienvenido Mr. Marshall” del inolvidable Berlanga: http://miquelbassols.blogspot.com.es/2017/10/carta-un-amigo-de-madrid.html
Catalunya ha sido siempre un lugar del “Welcome”, “Bienvenidos”. Aunque pasen de largo, como en la película de Berlanga, Catalunya sigue siendo “pont, port i porta” (puente, puerto y puerta), como me decía un amigo político.
— “Catalanes franquistas”: a borbotones, los que quieras, travestidos y no. Yo aun diría más: es evidente que el franquismo se sostuvo gracias a algunos catalanes. Joan March, conocido como “el banquero de Franco”, fue decisivo para financiar la guerra. Y Samarach, y muchos otros. He conocido personalmente a sus familias, sus modos de hacer. La Iglesia catalana, no, a pesar de los esfuerzos de la curia castellana desembarcando en el país (también la he conocido).
— Tu propuesta: “Catalunya y Europa”. Absolutamente de acuerdo. Ahora el Otro es ya Europa, tal como estamos viendo estos días. Y Europa es, todavía, más un club de naciones que no una verdadera federación de estados solidarios. Tal vez el “síntoma Catalunya”, como he querido llamarlo, sea ahora una pieza decisiva para volver a pensar esta Europa inacabada e inacabable. De la propuesta vamos a la apuesta. Es sin duda una apuesta por el lado “delirio de grandezas” de los catalanes (JAM dixit), pero mejor esto que el yugo indigno (flechas incluidas).
— “La identidad catalana”. No existe, en efecto. Así como no existe ninguna identidad idéntica a sí misma. Toda identidad del sujeto es vacía. Y es por ello que hacen falta las identificaciones. Es lo que me parece más sostenible siguiendo la enseñanza de Lacan: “un sujeto sin identificaciones está jodido, para atar”.
— Va, sin embargo, una definición posible del “ser catalán” (inspirada en Eduardo Galeano, el excelente escritor uruguayo, exiliado un tiempo en Barcelona): ser catalán es una voluntad de ser para cambiar lo que uno es.
Y bien ¿hay alguien más aquí —además de un catalán que quiere ser un poco judío, y un judío que quiere ser un poco catalán— que quiera seguir la conversación?
Recibe un fuerte abrazo,
Miquel Bassols
Traducida del catalán por J. V. Marcabrú
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Oscar Massota: Óscar Abelardo Masotta (Buenos Aires, 8 de enero de 1930 – Barcelona, 13 de septiembre de 1979) fue un intelectual argentino cuya trayectoria se centró en los ámbitos del psicoanálisis, la semiología y la crítica de arte. Es especialmente conocido por introducir la enseñanza y la práctica de Jacques Lacan en Argentina, México y Barcelona.
- Lacan, J.: “El Seminario 24: L’insu que sait de l’une-bévue s’aile à mourre”, clase 16/11/1976, inédito.
- ZADIG (Zero Abjection Democratic International Group): www.zadigespana.com
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Desescrits (Blog de Miquel Bassols) https://miquelbassols.blogspot.com/2017/10/de-judios-y-catalanes.html
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Aclaración: la palabra Jutzpá aparece en algunos casos escrita como Chutzpah. La cita de Jacques Alain Miller es tomada del francés. En América Latina, en general, para traducir palabras del hebreo se utiliza la fonética en castellano. En la actualidad, en España, las palabras traducidas del hebreo utilizan la fonética del inglés. Por ejemplo, podemos leer “Sabbat” en vez de “Shabat”. Esto es efecto de lo extranjero que resulta aún lo judío en España.
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Manuel Forcano, Els jueus catalans. La història que mai no t’han explicat. Angle Editorial, Barcelona 2014, pp. 371-372.
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Anna Figuera, Jordi Pujol i els jueus. Pòrtic Editorial, Barcelona 2011.
- http://www.alertadigital.com/2017/10/09/brujeria-y-masoneria-en-la-generalitat/
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Jaume Riera i Sans, Cants de noces dels jueus catalans. Editorial Curial, Barcelona 1974.
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Joan Pérez i Ventanyol, Els debats sobre la qüestió jueva a Catalunya (1917-1939). La construcció idológica del discurs sobre el poble jueu, el sionisme i l’antisemitisme en el periode d’entreguerres. Tesis doctoral en la Universitat Autónoma de Barcelona, octubre de 2015.
- Joan Pérez i Ventanyol, opus cit, p. 643.
- https://www.jlaw.com/Commentary/SupremeChutzpah.htm
- Jean-Claude Milner, Les penchants criminels de l’Europe démocratique.pag.106 Ed.Verdier.
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Esta otra lógica puede llevar a otra posición ética que permita una mesa con vasos y cucharas, y tenedores también: poner a cada uno en su puesto de sujeto, de sujeto dividido ante su diferencia absoluta. De nuevo, la política del sinthoma.